Quattro.

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SeHun se había quedado merodeando por las calles de Venecia después de llevar a LuHan hasta la casa de MinSeok, donde le permitió besarlo una vez más frente al pórtico.

Sonrió, queriendo saltar de alegría, mientras caminaba, pero debía guardar su postura como el hombre civilizado y serio que era ante el mundo, más no ante LuHan.

Y es que no podía estar más colgado por el castaño. Sus palabras podían ser contradictorias, duras e hirientes pero al tenerlo entre sus brazos se daba cuenta que el hombre le mentía, volviéndose tembloroso como una gelatina.

Podía decirle mil y un adjetivos despectivos de su persona, o incluso negar sus sentimientos con decisión, pero los latidos acelerados de su corazón al permanecer pecho a pecho le indicaban lo contrario y el brillo luminoso que sus ojos desprendían cada vez que le tenía cerca le reafirmaban lo que ya sabía.

El castaño estaba tan perdidamente enamorado de él así como él estaba perdidamente enamorado de su dulce hombre aunque los años les hubieran robado la juventud y la posibilidad de estar juntos.

Y LuHan le había conquistado una vez más con ese beso...

Aún sentía las mariposas en el estómago al recordar como rozó sus labios lentamente y como el castaño se aferró fuertemente a la chaqueta de su traje, mientras le correspondía sin problemas, dejando que sus lenguas se encontraran discretamente en la boca del otro.

Aunque las esperanzas desaparecieran con frecuencia, esos pequeños gestos amorosos que el más bajo le demostraba al dejarle tomar su mano o al dejar que le abrazara sin forcejear le devolvían la fe en su amor.

LuHan nunca había sido un hombre fácil. Recordaba con claridad los seis meses que pasó detrás del hermanito de su hyung intentando conquistarlo con todo lo que tenía a su alcance.

Intentó de todo. Chocolates, salidas al cine -que no todas fueron aceptadas-, flores e incluso acompañarlo a sus prácticas hasta que terminaban. Y la verdad era que no le molestaba, aunque después muriera estudiando. Ver bailar a LuHan con tanta pasión sobre un escenario le llenaba de vida y admiración por el encantador hombrecito.

Pero todo eso no fue suficiente hasta que un día, el chico con el que LuHan hacía pareja durante las prácticas se enfermó y no pudo asistir al ensayo. LuHan se había quedado sin pareja y probablemente perdería su calificación si no encontraba una en ese instante.

El diálogo no representaba ningún problema para SeHun, su memoria era tan buena que con solo escucharlo ya lo tenía grabado en su cabeza -sin contar todas las veces que había estado presente en los ensayos-.

LuHan no aceptó de inmediato, pero cuando le mostró que no era totalmente un asco actuando accedió, obteniendo una buena calificación.

Al final, el castaño lo jaló hacia los camerinos y le comió los labios dejándole sin aliento, al fin aceptando ser su novio.

Sí, podía catalogar ese día como el más feliz de su vida.

El celular del pelinegro comenzó a sonar, sacándolo de la nube rosa en la que se encontraba. Lo sacó de su bolsillo y contestó.

—SeHun, tienes que venir...

—¿MinSeok hyung? ¿Le pasa algo a LuHan? —preguntó, suponiendo lo peor.

Dietro La MascheraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora