Parte única.

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Quiero recalcar que esta historia no es mía, únicamente he querido adaptarla -con el mayor cuidado posible de cambiar cada palabra- para el disfrute de todos vosotros.

Espero que os guste♥

~~


No le gusta nada que me ponga enfermo.

Lo disimula muy bien reabasteciéndome de revistas y pañuelos de papel, bajando a la farmacia cada dos por tres, inventando nuevas recetas de tisanas calientes, pero sé que esta muestra de desorden en su mundo perturba su equilibrio. Porque el mundo de Sehun tiene que ser, por encima de todas las cosas, perfectamente ordenado.

No tenía prevista una faringitis en la agenda de este mes, así que todo es un caos y un auténtico desbarajuste. Para mí es peor, por supuesto. Para empezar, tuve que cancelar una serie de conciertos. Pero Sehun ha perdido el control del universo, lo que por regla general le obliga a demostrar que domina todos los aspectos de su vida más cerca de casa. En mi lecho de enfermo.

Estoy acostumbrado a cómo reacciona cuando me pongo enfermo, así que cuando llegué a casa una lluviosa noche invernal con las mejillas de un rojo más intenso del habitual y lo saludé con un gruñido, sabía lo que me esperaba.

Se levantó de su escritorio, apoyó su fría mano en mi frente, sacudió la cabeza y masculló en voz baja.

—Tienes fiebre —diagnosticó—. Métete en la cama. Ahora mismo.

Normalmente, esas palabras bastan para que mi mente calenturienta y pervertida se ponga contenta, pero cuando las entona sin ninguna connotación sexual, son aún más poderosas.

Le obedecí de buen grado, me metí a gatas bajo las sábanas y tirité allí dentro hasta que apareció a mi lado con un termómetro —no como el que usamos a veces en nuestros jueguecitos del médico y el enfermero, por suerte— y un vaso de agua caliente con miel, limón y un chorrito de coñac.

—¿Se puede saber qué has hecho para ponerte así? —me preguntó muy serio. Siempre me echa la culpa cuando me pongo enfermo, como si de alguna manera hubiese dejado la puerta abierta a la infección.

—¡Nada! —me defendí—. A los microbios les trae sin cuidado lo que uno haga. Si quieren ir a por ti, lo harán.

—¿Estás seguro de que no has estado coqueteando con ellos? —dijo; su severidad dejaba traslucir un tono bastante más juguetón. Me hizo abrir la boca y me puso el termómetro debajo de la lengua, silenciándome durante el medio minuto que tardó en obtener una lectura— Porque si sospechase siquiera que has estado insinuándote a esos estreptococos, Luhan, me enfadaría mucho. Y ya sabes lo que pasa cuando me enfado, ¿verdad?

Asentí con la cabeza y me entraron ganas de morderme el labio, pero el delgado tubo de vidrio que descansaba sobre él me lo impedía. Por supuesto que sabía lo que pasaba cuando se enfadaba, pero no era algo que pudiera hacerle a alguien con infección de garganta, por lo que supuse que de momento mi trasero estaba a salvo.

Extrajo el termómetro y lo miró con el ceño fruncido.

—Creo que estás oficialmente enfermo —anunció—. Vamos a tener que añadir mi actual descontento a tu cuenta. Voy a darte tres días. A partir de esos tres, por cada día más que sigas tosiendo, sorbiéndote la nariz o pasándote las horas dormido, habrá un castigo.

—Pero no es justo... —protesté, y mi voz salió en el registro equivocado. Él chasqueó la lengua y me tomó las manos ardientes entre las suyas, acariciándolas.

Mi querido doctor. ❥Hunhan - Selu. ❥ONE SHOT. EXODonde viven las historias. Descúbrelo ahora