2. Él

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No sabía cómo, cuándo, ni por qué aquél sentimiento había nacido en él. Tenía que repasar cada uno de los momentos para averiguar en qué momento había caído en un sendero sin retorno a causa de sus sentimientos.

Todo había comenzando con los roces violentos de su reencuentro, los gritos que intercambiaron, su propia actitud altanera hacia Noel, la excusa de que ya nada era lo mismo con tal de que no tuviera que depender de nadie, menos de él a quien no había visto en más de diez años.

Tal vez no había sido ahí.

¿La primera vez que lo vio patinar? Sonaba más lógico, sobre todo tras haberle modelado aquellos trajes de patinaje para que él eligiera. La forma en la que su cuerpo se deslizaba al compás de la música, sus movimientos hipnotizantes, sus gestos que denotaban pasión, un sentimiento vigorizante, más allá de mera concentración. La forma en la que sentía la música y se fundía con ella sobre el hielo

Sí, ahí había dado el primer paso.

¿Y luego? ¿Qué le hizo no voltear y decidir adentrarse hacia terreno que nunca había pisado?

Sus constantes preocupaciones por él, un león casi famélico, el gato de la casa donde ahora vivían, la llegada de otro más. Él le había dejado traerlo sin chistar, sin poner peros, sin...

Sin condiciones.

El amor de Noel era incondicional. No daba afecto para recibir lo mismo a cambio, pese a que lo deseaba. Se sacrificaba tanto, por mera devoción, por el deseo de hacer felices a quienes le rodeaban.

A veces observaba a Noel mientras este hacía cosas por la casa, o mientras ambos se cepillaban los dientes al mismo tiempo antes de dormir. Sus ojos eran su facción más atrayente, seguidos de todo su rostro en general, la forma en que sonreía o se sonrojaba en su presencia, al abrazarse a su cuerpo...

Thump.

Apoyó su cabeza contra el marco de la puerta, sentado en el umbral que daba al jardín. Era de noche, los pequeños gatos se habían ido a dormir al igual que Luca. Solo él y Noel seguían despiertos, el otro terminando algo en la cocina mientras Seth escuchaba a los patitos del estanque irse a dormir.

Los pasos por el pasillo le alertaron y volteó a ver. Entonces lo supo. Era inútil buscar un por qué, un cómo o un cuándo. La única respuesta era: él, Noel. No necesitaba más razones que esa para lo que sentía.

Estiró su mano, invitándole a tomarla. Le guió para que se sentara en su regazo, cada pierna del vampiro a un lado del cuerpo del león. No dijo nada los primeros segundos, los labios de Noel se movían, pero era incapaz de escuchar. Estaba embelesado con su rostro, sus ojos brillantes, aquellos pequeños colmillos, sus mejillas sonrojadas. El otro no había terminado de hablar cuando abrió sus labios y pronunciar dos simples palabras.


-Te amo.

SeducciónWhere stories live. Discover now