N•1 Decisivo Infortunio

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La lluvia caía sobre mi rostro ocultando mis frías lágrimas que se mezclaban con la llovizna de la tormentosa mañana, dolido por mi pérdida deseé aullar para desahogar todo el sufrimiento que me encontraba viviendo ¿Por cuánto tiempo más debo seguir sufriendo?

Me he ocultado todo este tiempo y ¿Para qué? Si aun así he perdido todo lo que me ha dado la vida, la naturaleza era mi hogar, mi cobija ¿Por qué no me siento a gusto? Tal vez sea porque en alguna parte de este extenso territorio se encuentra un asesino libre.

–Barend ¿Estas llorando de nuevo? –indagó Roderich, como si siempre estuviera llorando, desde la puerta de nuestra casa.

–Yo no lloro –informé con la voz ronca, limpiándome el agua junto con mis propias lágrimas con las palmas de mis manos.

–Vuelve a la cabaña. No te estés mojando –ordenó Roderich reprendiéndome.

Acaté obediente a sus palabras disimulando que volvía a secarme la cara con mi empapada manga al encaminarme hacia la cabaña para ocultar mis enrojecidos ojos del guardabosque del lugar. Lo que menos quería es que se enterara de la angustia que me afligía cada mañana era Roderich, antiguo leñador cuyo oficio abandonó cuando fue atacado por un lobo feroz, o sea yo.

Aún conservo en mi memoria el día en que hui de mi antigua manada, tenia doce años era tímido y asustadizo, desconocedor de los peligros que abordaban este cruel mundo cargado de maldad donde las personas sólo piensan en ellos mismos e ignoran el sufrimiento de los demás.

Huía velozmente de unos cazadores  que atentaban contra mi vida mientras corría y esquivaba los arboles que se interponían en mi camino, mis patas eran expulsadas por el miedo a la muerte, el temor de ser apresado y caer en las manos de unos desconocidos que deseaban hacerme daño; preso del pánico caí en las trampas de mis perseguidores, fui acorralado en el terreno que prepararon con anterioridad y capturado por unas redes que imposibilitaron mi huida.

Creí que iba a ser mi fin al sentir un pinchazo en mi lomo mientras observaba a los cazadores burlándose de mi sencilla captura, en ese entonces no  sabía que el pinchazo que sentí fue un tranquilizante que me indujo a dormir y caer en un relajante sueño.

Era claro que al despertar reaccionaria asustado y atacaría al primer humano que viera y para mi sorpresa me encontré con un rostro distinto que el de los cazadores y ese fue Roderich. Tuvo la mala suerte de ser atacado por un hombre lobo y ese acto de defensa trajo tras de sí consecuencias perjudiciales y beneficiosas para ambos, desde ese entonces he sido más o menos cercano al leñador que me salvo de caer en malas manos.

–He ido a la ciudad –informó Roderich cuando ambos hemos entrado a la casa–. Un chico te estaba buscando.

–Ah, sí –confirmé sin dale mucha importancia.

Estaba acostumbrado de recibir invitaciones de los chicos o chicas de la ciudad, ya sea para ir a alguna fiesta o simplemente porque les llamaba la atención un  chico ermitaño que vive en las montañas, alejado del internet, celulares o algún artefacto electrónico. Roderich me ha dado permiso de salir con ellos pero me he negado, no quiero causarle problemas a nadie.

–Era un chico tímido, de aspecto inofensivo y con el cabello plateado –describió Roderich mirándome de reojo con una expresión de intriga.

Capté enseguida el mensaje de sus ojos pero no hice mención de ningún nombre, por el sólo hecho de mi sorpresa supuso mis pasos, aun así no dijo ningún comentario o ninguna reprimenda de su parte. Ya era bastante grandecito para saber en qué problemas me estaba metiendo pero nunca está de más algún consejo de un veterano con experiencia en  la vida.

–¿Y qué dijo? –indagué yendo a la cocina para servirme una taza de café con la actitud más despreocupada que logré disimular.

La verdad me moría de ganas de bajar a la ciudad ahora que quería saber el por qué de la llegada de Egmont. No podré dormir esta noche de la preocupación, eso es seguro pero Roderich sospecharía algo; aunque no hiciera preguntas quería saber todos los embrollos que andaba metido por si necesitaba ayuda.

Roderich me siguió a la cocina, le hice una seña con la taza alzada ofreciéndole café pero negó con la cabeza.

–El chico parecía asustado aunque lo ocultara con su timidez –comunicó Roderich de pie en la puerta de la cocina–. Dijo que no podía subir al bosque y permanecería en la ciudad. Para tener una apariencia inofensiva anda en malos pasos.

–¡Él  no es así! –recalqué con molestia depositando con fuerza la taza sobre la mesa provocando que el líquido salpicara mi mano y la superficie de la madera, por fortuna no estaba lo suficientemente caliente para quemarme aún así fui al fregadero a aliviar mi piel.

Mierda, la he cagado. He reaccionado a la provocación de Roderich, esa era la manera de enterarse de las cosas, leía mis expresiones y reacciones frente a suposiciones que él creía. Si bien, no dijo nada mientras el agua caía sobre mi mano afectada lo escuché que iba a decir algo que acalló por un inconveniente que ambos presentimos.

–Quédate aquí –ordenó Roderich con voz autoritaria.

Obedecí sin reproche mientras limpiaba el líquido de la mesa y me bebía el café con calma, impaciente a que Roderich regresara; con ese pensamiento temí que no regresara.

Un nudo en mi garganta evitó que me bebiera el resto del café y lo dejé a medio terminar para dirigirme a la entrada principal de la cabaña con el corazón presionado mi pecho al presentir que algo iba mal. En el instante en que alguien abrió la puerta y apareció el apático rostro de Roderich conseguí respirar con normalidad.

–¿Todo bien? –pregunté aliviado de verlo en perfectas condiciones.

–Todo bien... para ti –comentó Roderich entrando y cerrando la puerta detrás de su espalda–. Si quieres ayudar a ese chico tímido tienes que bajar ahora a la ciudad.

El Sufrimiento Del Lobo SolitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora