Prólogo.

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Esto sucede en otro mundo que  no es el tuyo. Un mundo fantástico donde siete razas o tipos de humanos existen. 

La primera y la más destructiva de todas era la raza fuego, y aunque los pertenecientes  a esta raza no tenían poderes pirotécnicos, todo lo que tocaban con su piel o pelo ardía en llamas, por lo que llevaban ropa, zapatos y guantes protenctores para reducir su capacidad natural. Gracias a esta invención,  los humanos cuya naturaleza pertenecía al fuego, pudieron interactuar con otras razas, salvo con la de hielo. Por mucha protección que utilizasen, si un humano de raza fuego tocase aunque fuera con la punta de los dedos a otro de hielo, éste se derretiría al instante (Ya que su interior está hecho de puro hielo y escarcha) Y el de fuego se apagaría. En otras palabras, provocaría su muerte casi inmediata.

La raza hielo habitaba en las grutas heladas bajo las montañas del norte, su piel era azulada, como el cielo brumoso (Al contrario que la de los humanos de fuego, ya que su piel era rojiza o tostada) El pelo solía ser blanco, y los ojos variaban de azules a completamente transparentes, sin color.

Después estaba la raza vegetal, Esta raza era bastante especial (Bueno, no más que las otras) pero era la única que al morir, se convertía en otro ser vivo: Un árbol.

Su piel era verdosa y su pelo se asemejaba a las hojas de las plantas o a las copas de los árboles, y eran expertos en mimetizarse con el entorno y comunicarse con el mundo vegetal. Eran tímidos en general, y no les gustaba interactuar con demás razas, sobre todo con la de fuego, causante de importantes destrozos en los bosques.

La raza acuática acaparaba todo el océano y rara vez se comunicaban con los del exterior, pues su piel necesitaba estar siempre en remojo. Tenían branquias y una nariz inexistente, su cuerpo estaba cubierto de escamas, sus dedos eran palmeados y tenían una aleta que cubría toda su espina dorsal, y por supuesto, eran excelentes nadadores.

La raza nube vivía en el cielo, sobre las nubes (De ahí el nombre).  Eran seres completamente blancos (Depende de su estado de ánimo podían variar hasta el color negro) Y tres cosas caracterizaban a estos habitantes: Eran inmortales. Eran incorpóreos (No se podían tocar con otras razas, tan sólo entre ellos) y sus ojos eran amarillos, como el ámbar. Eran muy sociables y bajaban mucho a la superficie terrestre.

La raza venenosa vivía en las profundidades del bosque y era una variante  de la raza vegetal: Hace ya varios siglos, un gran grupo de humanos de raza vegetal se estuvo alimentando durante un tiempo de unas bayas, aparentemente inofensivas, pero cuando los meses pasaron, su piel se volvió violácea, sus ojos negros y su pelo perdió el verdor y se convirtiño en un arbusto de hojas marrones, mustias, marchitas.

Los vegetales, horrorizados, desterraron de por vida a aquellos humanos que envenenaban el alma con la mirada. Por lo que esta enfermedad se fue transmitiendo y creó otra raza, aunque incluso al seguir siendo , en el fondo (Y en el fondo) un vegetal, estos, cuando morían no se transformaban en árboles, si no en rosas negras.

Y por último, la raza mágica: Humanos de todo tipo de raza diferentes que habían nacido con el don de la magia curativa, levitativa, creativa y destructiva, por ello, al menor atisbo de magia en algún individuo, se le enviaba a la gran torre blanca que se había construído detrás de las colinas t de las montañas, para ampliar sus conocimientos sobre este don. 

Pero esta vez, nos centraremos en dos razas, en una persona perteneciente a la raza fuego...Y en otra de hielo.

Los copos de nieve están ardiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora