Prologo

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El sonido de la puerta retumbo en los oídos de todos lo que nos encontrábamos allá. Tomé la mano de mi hija para hacerle saber que todo estaba bien, sin embargo su mirada me mostraba que ella también sabía lo que pasaba.

Las pisabas de los hombres estaban cada vez más cerca, el sonido se hacía más fuerte y a su vez sus pasos más pesados; sabían que estábamos acá.

 Mis ojos se vieron cegados completamente, lo último que logro ver son unos enormes ojos color lava y el calor de su mano sobre la mía. Al final todo era negro. 

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