Sus pajosas hebras de cabello se ven siendo maltratadas por sus huesudos dedos, sus labios sangraban y sus dientes se incrustaban en su lengua con la intención de acallar sus gritos.
Su ropa esta desaliñada y sabe que su aspecto no es el mejor. Lleva días lamentándose en un rincón de su habitación, dañandose con el propósito de detener los gritos en su mente, los toqueteos imaginarios en su cuerpo y las miles de imágenes que parecieran reproducirse frente a sus ojos. Aun puede sentir como las manos queman sobre su piel; los labios húmedos sobre su cuello; las caricias bruscas en su miembro, y su cuerpo siendo profanado.
ha resfregado su piel muchas veces, pero ese recuerdo no sale de ella, ni de su mente, no olvida que sus ojos fueron vendados, que sus manos fueron atadas, sus labios abiertos por una lengua traviesa y asquerosa, su boca fue recorrida por completo, no quedo parte de su cuerpo sin marca. Y el trataba de no sentir, de ignorar las manos rasposas que le recorrían sin delicadeza, de ignorar los gritos que se escuchaban desde quien sabe donde.
Y quizás el hubiera preferido estar vendado durante todo el acto, pero la tela negra que cubría sus ojos resbaló, tal vez por el fuerte impacto que recibía su cuerpo y lo removía sin compasión. Tuvo la oportunidad de verlo, de mirarle a los ojos y rogarle con la mirada que parara, por que su boca era ocupada por los dedos grasientos de su abusador, que parecía disfrutar la calidez de su cavidad, provocándole repulsión, que se obligaba a contener; pero no lo hizo, no miro, no quiso hacerlo y prefirió bajar la mirada y observar su cuerpo maltratado, no fue la mejor decisión y lo sabe, lo sabe ahora que las marcas han desaparecido casi en su totalidad, pero el se encarga de mirarse en el espejo, y marcar con delicadeza los puntos que, en ese entonces, se encontraban viceolaceos, algunos con pequeñas gotitas de líquido rojo.
Trata de explicarse a si mismo como mierda no se había quitado la vida , y no podía. Y si trataba de hacerlo, y fallaba, no sabía que tan profundo podía caer.
Tal vez es estupido, pero quiere salir adelante, quiere borrar las huellas que lo marcaron, limpiar las marcas en sus labios, limpiar su mente, y olvidarse de lo que alguna vez vivió, pero sabe que no lo conseguirá si se pasa toda la vida en esa esquina oscura, dentro de esa habitación llena de recuerdos y gritos que parecieran venir desde las paredes. Pero no sabe, no sabe que hacer, después de todo ¿que podría hacer alguien marcado de esa forma?
Changkyun recuerda cuando veía en la televisión todos esos casos de violación, como se lamentaba en silencio por aquellas personas y luego lo olvidaba, pasaba a reírse y el asunto quedaba como un tema más en los noticieros y un deshecho de su memoria.
¿y ahora?
Ahora era el, el estaba ahí, sin saber que hacer, sin tener a quien acudir, porque su madre prefirió el dinero y los lujos antes que a su hijo, y su padre nunca estuvo, y lo más probable es que nunca este. Durante los dos años que su madre le abandono nunca sintió la necesidad de su cariño, nunca sintió la necesidad de nadie, y ahora la siente, desea alguien que lo consuele, que le haga olvidar.
Y no hay nadie, nadie está para el, solo se tiene a si mismo, demacrado, abusado e inútil.
Y se reincorpora, con la piernas temblando, las manos apoyadas en la pared, las lágrimas callendo y el alma colgandole de la cordura, que era poca.
Sus pasos eran cortos y tambaleantes, la puerta se veía cada vez más lejos y más distorcionada, sus muslos ardían, las paredes parecían contraerse, su respiración se agito y su cuerpo comenzó a arder.
¡Basta!
¡Para ya, por favor!
No sabía a quien iban dirigidas esas súplicas, tampoco las dijo, solo las pensó, pero su mundo se aclaró; la salida de ese infierno estaba a menos de un metro, su cuerpo aun dolía, pero lo soportaría.