El suelo por el que iban era blando. Habías lianas que pasaban de un lado a otro cerca de su rostro, eran de diversas tonalidades de marrón y bordó, algunas tenían unos tintes en dorado que parecían estrellas caídas o pequeñas brasas flotantes. Los árboles a su alrededor eran negros como la brea y sus ramas tan finas como agujas.
- Te ocultaré por unos días en mi casa. Por si te preguntabas adónde íbamos.
- ¿Por qué?
- No querrás que te encuentren, créeme. Además, quiero saber algunas cosas del mundo natural y solo tú puedes esclarecerme. ¿Por qué tantas señales de tránsito? ¿Acaso no saben andar? ¿Necesitan una guía espiritual o algo así? -Rio como si hubiera sido un buen chiste. Mina solo podía mirarlo de forma extraña-. Además... No lo sé, no eres tan fea ni tan molesta ni hueles mal.
- ¿No huelo mal?
-Solo... solo... ¡agradéceme y no me preguntes!
- De acuerdo, lo siento. Gracias por salvarme -Milo asintió-, ¿qué quieres saber? Espera... dijiste "otro mundo"... ¿Estamos en otro planeta?
- No, solo corridos un poco hacia la derecha del tuyo, es complicado, no importa. Sigamos, aún falta un poco y llegamos a la cabaña.
- ¿Por eso estabas arriba y...? Oh... -En ese momento, una criatura majestuosa se detuvo frente a ellos: un Pegaso de color rojo brillante, forrado en escamas que parecían de cristal por su brillo iridiscente. Algunas de las plumas tenían en la punta lo que parecía un dedal de oro labrado. El animal relinchó al aterrizar frente a ellos como si les estuviera cobrando el paso.
- Aliado, mi amigo cuadrúpedo, qué bueno que apareces, estamos en un apuro, ¿sabes? Necesitaba tu ayuda.
- Oh, Dios mío... ¿Es... es... un Pegaso? ¿Es... es... es real? Por dios, me volví loca... -La lucha interna era fuerte: su escepticismo estaba perdiendo la batalla ante las pruebas que la nueva realidad le mostraba.
Milo montó en Aliado y la miró. Montar "a pelo" un caballo ordinario era difícil; montar "a pelo" un Pegaso de escamas rojas de más de dos metros de alto debía ser extremadamente difícil, sin mencionar lo peligroso. Mina lo miraba con pánico y sorpresa, con curiosidad y desagrado, pero la excitación por lo que sucedía ante sus ojos desbordaba su alma.
- Sube... deja de tener miedo, niña, sube ya.
- Mina, me llamo Mina.
- Lo sé, también sé que llamarte "niña" te molesta, lo noté. Sube ya.- Mina sabía que no le convenía ponerse histérica y caprichosa estando en un mundo ajeno y tan alejado de la realidad humana, pero nada podía hacer para cambiarlo. Debía solo confiar y dejarse llevar.
La chica, dudosa, se acercó al animal y lo acarició. Las escamas eran frías y parecían húmedas, como si el animal estuviera mojado, aunque no era así.
- Increíble.
- Vamos, ya, por favor, sube... -Milo la tomó del brazo y la subió sin problemas para colocarla delante a él. Sentir su cuerpo en la espalda no la dejaba tranquila, pero supuso que era lo más sensato al cabalgar de a dos. El sujeto la olió y frunció el ceño con asco-. Apestas a vergüenza e incomodidad, sin duda te bañaré al llegar.
- ¡¿Qué?!
- Chiste, no te tocaría ni aunque fuese lo último que hiciera. Te meterás sola en el estanque.
- Eres desagradable.
- No planeo agradarte, estás viva porque le llevo la contra a los estúpidos imbéciles que nos gobiernan, y creo que estando libre y viva los hará enfadar mucho. No me hagas cambiar de opinión. -Le susurró la última frase al oído.
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Yo No Creo En Las Hadas
FantastikEl mundo de Mina se pondrá de cabeza cuando atropelle con su bicicleta a Milo, un joven cretino de aspecto extraño, con ojos agudos y una capacidad para volar que nunca creyó que vería en un ser humano, pero esa es la cuestión, Milo no es humano, si...