—El viento se ha llevado la hojas que colocamos ayer pidiendo ayuda. —informé llegando al lado de la chica, la cual ni siquiera hizo el pequeño gesto de girar la cabeza para mirarme.
La observé detenidamente para ver qué estaba haciendo para no dignarse ni siquiera en mirarme durante unos segundos. Se estaba echando agua salada en la herida de la mano, la cual en vez de cicatrizarse se había infectado y cada vez estaba más mal. La sangre se había vuelto más oscura y aunque hubieran pasado varios días aún salían pequeños hilos de sangre.
—No quiero que te enfades conmigo, pero deberías dejar que te ayudase a curarte esa herida. —ahora sí se giró a mirarme, pero no dijo nada. Simplemente se puso de pie en la roca en la que estaba sentada y se fue hacia la arena. —Lo digo en serio, Verónica.
—¿Por qué te interesa tanto mi mano? Piensa en tus cosas. —giró bruscamente su cuerpo y mi ceño se frunció inconscientemente al ver su cara de enfado. Hasta el momento era lo más largo que me había hablado, estaba sorprendido.
—Me preocupo por ti.
—No te preocupas por mi, simplemente te da miedo quedarte solo en esta isla, tienes miedo a la soledad, por eso quieres entablar conversación conmigo, porque igual así te olvidas de que estás aquí atrapado y que no vamos a salir de aquí nunca. —sus palabras salieron bruscamente de su boca, como si llevase queriendo vomitarlas desde la primera vez que me vio. —Acéptalo Shawn, los milagros no existen. No vamos a salir de aquí. —ella señaló su alrededor riéndose roncamente. —Mi herida es una piedra en el camino.
—Cuántas menos piedras tenga el camino más fácil será seguirlo. —insistí y ella suspiró.
—Si así vivirás más feliz, adelante, ayúdame. Encuentra tu milagro.
—Vale. —sonreí torcidamente y me preparé para informarle de lo que había pensado durante la noche. —Creo que deberíamos adentrarnos en la isla.
—¿Esperas un milagro o quieres suicidarte?
—Somos dos, tú te manejas muy bien con la lanza y puedes protegerte, yo sé algo de plantas e igual puedo encontrar una que cure tu herida. —murmuré intentando que entendiera mi idea, y aunque no parecía muy convencida empezó a caminar hacia el comienzo del bosque.
—Si podemos entrar y salir antes de que se haga de noche será mejor.
—Está bien, lo que quieras.
La observé adentrarse en el bosque cortando las ramas que le impedían el paso, iba segura de si misma pero a la vez estaba alerta de todo el movimiento que pudiera observar, ya fuera de pájaros u otro tipo de animales. De vez en cuando se giraba para mirarme, probablemente temiendo que me pasara algo. Supongo que ya se había dado cuenta que no estaba hecho para vivir en una isla desierta.
Básicamente porque desde que estaba con ella me había tropezado más de cuatro veces con la misma roca de la playa, aún sabiendo que estaba ahí.
—Shawn... —al escuchar mi nombre salir de su boca alcé la cabeza veloz ya que era la primera vez que escuchaba que me llamaba.
Llevábamos más de quince minutos caminando y mi primer pensamiento fue que se había pensado de nuevo la idea de adentrarnos en el bosque —aunque ya estuviéramos más lejos de la playa de lo que deberíamos— y quería volver atrás.
La miré pero no dijo nada más, simplemente se quedó mirando hacia su frente, así que la imité y dirigí la mirada hacia donde ella la tenía fija, encontrando una estructura de madera que formaba una pequeña casa.
—¡¿Estás de broma?!¿tú también estás viendo esto no?¿no es por el hambre que tengo? —abrí la boca sorprendido y una sonrisa de oreja a oreja apareció en mi rostro sin pedir permiso.
Definitivamente los milagros existían.
Adelanté a Verónica enseguida y caminé dirección a la casa para entrar y ver en qué condiciones estaba.
—¡Espera! —la mano de la chica rodeó mi muñeca y me frené en seco para mirarla. —¿No es extraño que haya una casa en medio de la nada y que no nos hayamos encontrado con nadie?¿y si hay gente dentro armada y no quieren que nos acerquemos?
—Si hubiera gente no creo que la isla fuera tan virgen como lo es. Quizás alguien construyó esta casa hace muchos años y ha fallecido y no le contó a nadie que estaba aquí. —me encogí de hombros buscando la lógica para que la chica me dejara entrar a la casa, pero no pareció convencerle.
—Hay algo que no me convence... —murmuró soltando mi muñeca. Comencé a caminar de nuevo, ahora con ella detrás.
La verdad es que su teoría era bastante más lógica que la mía y quizás debería haberle hecho caso. Pero probablemente no iba a salir de esta isla nunca más, así que no perdía nada por arriesgarme.
Giré el mango de la puerta, comprobando que no estaba cerrada, y la abrí poco a poco, aunque si había alguien ya nos habría escuchado por lo mucho que chirriaban las tablas de madera del suelo. Asomé la cabeza poco a poco y al observar lo que había dentro cerré de nuevo y me giré a Verónica.
—Te explico la situación, hay unas veinte personas dentro apuntando hacia la puerta con flechas, pistolas y cosas que parecen espadas... ¿qué hacemos? —me puse todo lo serio que podía en ese momento y ella alzó una ceja.
—¿Me estás tomando el pelo?
—Totalmente.
La chica resopló mientras me echaba a un lado y entraba a la casa. La seguí riéndome internamente y observé lo mal que estaba a casa por dentro, lo único que se conservaba bastante bien era el techo. Muchas de las partes de las paredes tenían moho de la humedad, había tablas agrietadas, lo que parecía una cocina estaba llena de suciedad y de telarañas, donde se suponía que debía haber puertas simplemente había cortinas rotas por los años.
—Esta casa está más abandonada que nosotros en esta isla.
—¿Ahora te has vuelto cómico? —preguntó ella volviendo a soplar indignada.
—No parece que haya vivido nadie aquí durante años. —informó ella, como si yo no fuera lo suficientemente listo como para darme cuenta.
—Estás discriminando a las arañas y posibles cucarachas que te están escuchando en estos momentos. —ella me miró cerrando los ojos durante unos segundos mientras respiraba profundamente, probablemente conteniéndose de clavarme la lanza ahora mismo.
Me acerqué a los muebles que había, para abrir las puertas y ver si había algo que nos pudiera servir. Cualquier cosa.
—Está empezando a oscurecer, quizás deberíamos pasar la noche aquí... —escuché a la chica mientras abría una gran puerta debajo de lo que parecía un fregadero.
—Me parece bien. —observé todas las cajas que había amontonadas, casi todas de un blanco que se había convertido en amarillo con el paso del tiempo y lleno de manchas marrones de la humedad, pero con una cruz roja que se seguía distinguiendo. —Creo que he encontrado una mini farmacia.
Cogí las cajas, haciendo que algunos bichos pequeños que no había visto en mi vida salieran ahuyentados. Aunque creo que yo estaba más asustado de ellos que al contrario.
Por lo menos tenía algo para curar a Verónica.
***
Me desperté por el dolor de espalda que tenía. La madera de esta casa no era lo más cómodo que podía existir en La Tierra, pero tampoco me iba a quejar.
Me di cuenta que estaba rodeando la cintura de la chica y que ella estaba profundamente dormida pero con la lanza en su mano. Seguía transmitiendo el mismo respeto que despierta.
La solté y me giré dándole la espalda. Mejor que no supiera que había estado tan cerca suyo.
Seguía teniendo ganas de vivir.
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Atrapados » shawn mendes
Fanfic-Cuando las luciérnagas aparezcan será nuestro último día atrapados. -susurró él mirando al cielo sin perder la esperanza.