Extraña Premonición

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Un nuevo día comenzaba para Susy, una niña de cabellera marrón claro, tez blanca y ojos color miel. Pensaba que sería el mejor día de su vida, pues era su cumpleaños número 10, pero no sabía que aquel mismo día se acabaría toda la felicidad que alguna vez tuvo. Como de costumbre, se dirigió a la cocina para desayunar con su familia.

-Hola Susy, ¿Cómo dormiste? -preguntó su madre.

-Muy bien, y ustedes ¿Durmieron bien? -preguntó una alegre Susy.

-De maravilla, y sabes ¿Qué día es hoy? -preguntó su padre.

-La verdad no - dijo la pequeña fingiendo que no sabía.

-Pues qué pena, entonces ¿A quién le daremos este regalo? - dijo su madre mostrando una caja forrada de color rojo y con un lazo dorado.

- ¡A mí, a mí! – gritaba Susy, saltando emocionada para intentar arrebatar el regalo de las manos de su madre.

-Ten pequeña, espero que te guste –le dijo ella.

Al abrir el regalo su sonrisa desapareció. El regalo consistía en una muñeca de cabello negro, largo y lacio, de grandes ojos verdes, y una sonrisa impostada que no inspiraba confianza. Su piel era de color blanco mármol parecida a la porcelana y que la hacía ver como si fuera un fantasma. El tinte rojo carmesí de su vestido evocaba el tono inigualable de la sangre. En pocas palabras, lo que caracterizaba a la muñeca era su fealdad y el miedo que inspiraba. Lamentablemente como toda niña bien educada, no pudo rechazar el regalo y se vio obligada a mentir.

-Muchas gracias, es...es hermosa -dijo con mucha dificultad, ya que nunca les mentía a sus padres.

-De nada cariño, sabíamos que te gustaría -dijo su padre con una gran sonrisa.

-Esta muñeca es una herencia familiar, tu abuela me la dio cuando yo tenía tu edad y ahora te la estoy dando a ti. Su nombre es Sally –dijo su madre, explicándole su origen.

-Muchas gracias por el regalo, la dejaré en mi cuarto -dijo Susy, intentando alejarse lo más que podía de Sally.

- ¿Después vas a salir con Clara a jugar al parque? –agregó la mamá recordando los planes de su hija para este día especial.

-Sí, mami –respondió Susy, recordando que había prometido ir con su mejor amiga al parque mientras subía las escaleras

-Entonces ¿Por qué no llevas a Sally contigo para que conozca a Clara?

Para Susy fue como si le tiraban un cubo de agua fría en la cabeza, ¿acaso su madre logró ver que no quería estar con la muñeca y ahora quería castigarla por haberles mentido haciéndoles creer que le había agradado?

-Uhm...está bien mami –dijo, decepcionada de que su plan no funcionara.

-Entonces apresúrate, no querrás que lleguemos tarde -dijo su padre.

-Sí, ahora bajo –dijo, viendo de reojo como la muñeca sonreía, como si estuviera emocionada de conocer a otras personas.

Luego se dirigió a su cuarto y dejó la muñeca en su cama. Fue al baño a cambiarse su ropa y zapatos y cuando regresó a recogerla, no la encontró. La buscó entre sus almohadas y debajo de su cama, pero nada. Cuando se disponía a salir de su habitación, la vio sentada sobre la esquina de su tocador, mirando y señalando la puerta. Con miedo y dudas en su cabeza, tomó a la muñeca y salió de su cuarto con ella en brazos y se dirigió a donde su mamá estaba.

-Mami –susurró, con un poco de timidez.

- ¿Si Susy? –dijo su madre mientras doblaba la ropa.

- ¿De casualidad Sally es una muñeca articulada? – esperando que la respuesta sea sí, porque de lo contrario ¿cómo había llegado al tocador y levantado el brazo?

- Pero claro que no, en ese tiempo no existían ese tipo de mecanismos, ¿Por qué preguntas?

-Uhm...por curiosidad -dijo esbozando una pequeña sonrisa para que su madre no se diera cuenta de que algo extraño pasaba.

-Entonces ¿Ya vamos al parque? – dijo entusiasmada su mamá.

-Claro, mami- dijo, recuperando un poco el aliento.

-No olvides a Sally –le ordenó su madre, borrándole la sonrisa a su pequeña hija.

-Claro, mami -repitió resignada.

Al fin pudieron llegar al parque donde se encontraba una impaciente niña de cabellera rubia, tez blanca y ojos azul cielo.

-Susy al fin llegas ¡Te he estado esperando por más de un siglo, donde estabas mujer! – dijo exagerando las cosas como siempre hacía.

-Tranquila, Clara. Es que tuve una mañana un poco extraña -dijo con un tono de preocupación.

-Hablando de mañanas, ¡Feliz Cumple! -grito a los cuatro vientos, mientras apachurraba a su amiga.

-Jajaja... ¡Muchas gracias! -dijo mostrando una dulce sonrisa hasta que...

- ¿Qué es eso? -pregunto Clara señalando a la muñeca detrás de ellas.

-Uhm...bueno...de eso te quería hablar, ¿recuerdas que te dije que tuve una mañana extraña?

Clara asintió.

-Bueno, pues se debe a esta muñeca que se llama Sally.

Pasó menos de 5 minutos explicándole los sucesos extraños que había vivido. Clara estaba aterrada ya que la pobre creía en lo paranormal. Miró hacia donde supuestamente debería estar la muñeca, pero lo que vio la dejó más que aterrada, se podría decir que había entrado en un estado de shock. Lo único que pudo pronunciar fue: - Su...Susy.... la...la...la mu...muñeca - antes de quedar muda.

Susy volteó su mirada hacia la muñeca y se paralizo con lo que vio. Al frente de Sally había un charco de sangre, pero ¿De quién? Volvió a ver a la muñeca y tenía a una ardilla entre las manos, seguramente que la sangre era de esa pobre criatura. Concentró su vista en el charco de sangre y vio que era un mensaje y al leerlo empalideció. El raro mensaje decía: ¡Feliz Cumpleaños Susy!

Cuando regresó a ver a su amiga, Clara ya no estaba. De la nada todo se volvió negro. Susy, ya aterrada, empezó a gritar y ¡BOOM!, despertó gritando en su habitación, todo había sido una pesadilla.

Se sintió aliviada por no tener que volver a ver a esa horrenda muñeca, hasta que de pronto escuchó pisadas por la escalera con dirección a su dormitorio. Eran sus padres, quienes entraron de golpe exclamando a todo pulmón: - ¡Feliz Cumpleaños! - sosteniendo entre sus manos un gran regalo envuelto en papel de color rojo y con un lazo dorado.

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