Johan esperaba una entrada más triunfal de Angie aquella noche, pero lo único que hizo fue llamar a la puerta. Él había esperado poder agradecerle de alguna manera aquello de traerle de la muerte, por eso su gesto se torció cuando se encontró con Radu.
-¿Qué haces tú aquí?- levantó una ceja.
-¿Por qué me hablas como si no te hubiera salvado la vida ayer mismo?- sonrió él, teniéndole algo para que lo cogiera.
-¿Por qué me traes un rolex?- y uno caro, o eso pudo deducir por los dibujos plateados de la esfera y lo pesada que era la correa.
-Porque aunque seas policía me gusta tratarte como a una persona normal- dijo el muchacho.
-Yo no he... ¿habéis tenido algo que ver con el atraco de esa cafetería?- puso los ojos en blanco.
-¿Cual?- preguntó Angie- ¿La del letrero rojo al que le faltan dos letras?
-¿Esa que tiene el menú de desayuno por 3 pavos?- apuntó Radu.
-¿La que tiene un mural con gatos dentro? No me suena- Angie sonreía. Su piel volvía a parecer uniforme y de las cientos de heridas que habían cubierto su rostro solo quedaban algunas cicatrices- No hagas eso- se quejó, cuando Johan le agarró el rostro con las manos para mirarla con atención- Tío, no hagas eso.
-Me alegra ver que estás bien- suspiró- Angelique, no he tenido la oportunidad de...
-Cállate, ¿quieres?- se apartó de él- Como comprenderás en mi posición no puedo permitirme que se sepa que voy por ahí creando retornados. Menudo ridículo. Menudo bochorno. ¡Es que no quiero ni pensarlo!
Entró a la casa con pasos gráciles y se dejó caer en el sofá. Le recordó la primera noche en la que le pidió ayuda porque ahora parecía haberse recuperado de todo, como si hubiera tenido una cura de sueño. Pero ella no dormía, se obligó a recordar. Ocurría algo extraño; a medida que pasaba más tiempo con ella y la observaba hacer todas esas cosas tan singulares más la percibía como alguien que necesitaba ayuda, alguien a quien cuidar. Cuando no estaba con ella, sin embargo, ese embrujo desaparecía y él comenzaba a preguntarse hasta qué punto era aquello algo "natural" o algo que iba más allá. Algo que ella podía producir.
-Johan, ¿me estás escuchando?
-¿Eh?¿Qué?
-Tú conoces a las sirenas, ¿verdad?
Las sirenas tenían un ritual que obedecía a las fases de la luna. Requerían alimentarse mucho de sangre y, si bien estaba duramente penado que mataran humanos era cierto que gran cantidad de mendigos desaparecían. En la División Especial sabían que había un acuerdo entre el ayuntamiento y las sirenas y que no debían ser demasiado estrictos.
-Sí. He hablado con Melina Cinati más de una vez. Pero ya sabes cómo se ponen estos días y la de problemas que hay con ellas; podríamos desencadenar una auténtica guerra.
Angelique corrió los ojos con cara de fastidio.
-Me hastían mucho, me molestan. Tú eres quien entiende de ellas, ¿no?- Radu asintió con la cabeza, distraído. Sí, a él también le debía la vida. Se obligó a recordárselo.
-Ajá. De todas formas durante el ritual solo se alimentan. Hay una... una especie de tanque, ¿sabéis? Enorme. En él descansa Orube en un trance, es parecido a la privación sensorial de esa cárcel vuestra- señaló con la cabeza a Johan- Está como... como cargándose las pilas. En el segundo tanque están las de la realeza, les gusta mucho eso. Todas las hijas de Orube; Priscila, Yaima, Anisha... Bueno, ya sabes como va. En el tercer tanque están el resto. Sé que es un islote en el río y sé que hay un túnel que lo conecta. Melina Cinati es la que se queda al cargo de todo; ella y las que son solo medio sirenas.
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caramelo
ParanormalJohan Andersen es uno de los agentes de la División Especial, una sección de la policía dedicada a resolver crímenes relacionados con la actividad paranormal, algo que se torna especialmente peligroso en la ciudad con mayor tasa de crímenes violento...