Es una hermosa noche de invierno, Leonardo acababa de acostar a Raziel en su nueva recamara. Esa tarde le había comprado su primera cama, era en forma de auto de carreras junto con los muebles a juego, Raz estaba fascinado cuando vio todo el conjunto gritando: "ya soy un niño grande" estaba extasiado por dejar la cuna. Nos estábamos poniendo la pijama para bajar a ver películas.
-¿viste su reacción? Estaba encantado con su sorpresa- dijo Leo.
-lo se, muchas gracias, cariño- dije mientras lo abrazaba- pero creo que lo consientes demasiado.
-¿perdón?- dijo mientras alzaba sus cejas sorprendido- lo siento señorita, pero no puedes impedirme que consienta a mi hijo, además , ese es mi trabajo ¿no?
-eso creo.
-hay algo que me ha estado dando vueltas desde hace tiempo... -dijo dubitativo- pero no se como lo vallas a tomar, espero que no sea a mal.
-¿de que se trata?- instantáneamente me llené de curiosidad- dime.
-bien...- soltó un enorme suspiro y cuadró sus hombros- Raz entrará en unos meses al kínder.
-¿y?
-sé que terminaremos juntos, es un hecho que deseo pasar el resto de mi vida a lado de ustedes, los amo demasiado- hizo una pausa como queriendo acomodar lo que dirá- quiero darle mi apellido a Raziel- me miró evaluando mi reacción, mientras yo me quedé sin habla, las palabras se negaron a salir y solo pude permanecer boquiabierta, era como una bomba- no es una opción, no estoy pidiendo tu permiso, es solo que quiero tener derechos como obligaciones legales, quiero que sea Raziel Lazcano Rosset, no solo Raziel Rosset.
No pude decir nada, estaba en shock ¿Cómo se supone que debo reaccionar ante eso? No solo me aseguró que me ama, sino que ama a mi hijo, al grado de querer darle su apellido, me acaba de decir que quiere pasar el resto de sus días con nosotros, que seamos una familia.
-di algo, por favor- me abrazó fuertemente.
-nno... no se que decir.
-pues te lo haré mas fácil, di que si.
***
Desperté temblando de frio recostada en mi cama. Mi hermana Renee había regresado de sus largas vacaciones por Europa y me avisó que iría por mis hijos a la escuela para llevarlos a pasear junto con mi madre, Leonardo tenía varias juntas esa tarde, así que estaba sola, lo cual resultó excelente para sacarme la imagen de Ían diciendo que estos años habían sido un capricho, o al menos eso fue lo que yo entendí.
Quería estar sola, pero debía llamar a Sally y a Alexander para ponerlos al tanto de lo que sucedió al mediodía, no puedo guardarlo para mi, esos dos me han ayudado exageradamente en el asunto de Ían y la verdad me haría bien un poco de compañía. Solo les envié un texto, así me evitaría llorar al teléfono: "los necesito ¿podrían venir a casa? Ían apareció en mi oficina".
No pasaron quince minutos cuando ya estaban tocando a mi puerta.
-hola, esta vez si me sorprendieron- les dije- los esperaba en una hora, como siempre.
-podemos volver en una hora si quieres- dijo Alexander con sarcasmo.
-aguántate, eras tu quien nos necesitaba- dijo Sally divertida.
Pronto nos reunimos en la cocina y comencé a contar lo que Ían había ido a decirme mientras tomábamos café, mis dos mejores amigos se mostraron atónitos ante el descaro de Ían.
-es que no lo puedo creer, después de todos estos años- dijo Sally- iré a hablar con el.
-no lo hagas- contesté- simplemente me facilitó las cosas.