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No puedo sacar de mi mente cada trazo de aquella mariposa

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No puedo sacar de mi mente cada trazo de aquella mariposa. Sentí que su mensaje iba dirigido a mí.

¿Cómo corroborarlo? No hubo manera. En cuanto quise acercarme y descifrar el porqué de tales palabras, todo giró entre destellos. Éstos me llevaron de vuelta a la entrada del bosque. Parecía auténtico, pero sé que lo visto fue real. El lodo sobre mi ropa, y los regaños de mis padres, fueron las pruebas de ello.

Lo triste del asunto, han sido las consecuencias de un mandato establecido por mi padre. No puedo volver al bosque Crisálida, al menos no durante las horas previas a mi boda y coronación, que tendrán lugar hoy mismo. ¿Por qué? No lo entiendo todavía.

—Cean, recuerda que por ningún motivo debes acercarte al bosque —reafirma el rey Nolan frunciendo el ceño.

—Papá. —Mi voz suena a pura indignación—. ¿Acaso piensas que voy a fugarme?

—Por supuesto que no. —Me da una palmada en el hombro—. Aun así, debo asegurarme de que tu futura esposa, no te haga cambiar de opinión con sus ideas absurdas de lo que significa libertad.

—Alia y yo no vamos a fugarnos, tenlo por seguro. —Sonrío de lado, convencido—. ¿Y sabes por qué? —Me cruzo de brazos—. Porque desde que nací, fui preparado para ser el próximo rey de Áfirum.

Temo ante el silencio de papá. Creo que esta vez, sí he cruzado los límites al ser condescendiente.

—No voy a defraudarte, padre —le aseguro con un nudo en la garganta—. Tampoco le fallaré a mamá. Mucho menos al reino.

—Excelente, Cean —replica el rey mostrándose serio—. Me alegra saber que Alia Wiggins y tú, aún mantienen los pies sobre la tierra.

Sin decir más, papá se marcha. Su halo de severidad y desconfianza han invadido mi recámara.

Dejo caer mi cabeza sobre el borde del escritorio, pero en mi sentir no hay brillo. Solo encuentro llanto, y, de alguna manera, cada dibujo malhecho sobre la pared trae la falsa sensación de que puedo salvarme de mi propio destino; el que me es impuesto.

Una hora después...

Ni siquiera he terminado de quitar estas lágrimas en mi rostro, y de nuevo alguien me llama a la puerta. En esta ocasión, es Alia, quien de seguro fantasea con escaparse en el camión repleto de manzanas frescas; las que fueron encargadas para la boda.

—¡Cean! Tienes que bajar al vestíbulo ahora mismo.

—No estoy de humor —contesto entre dientes.

—Oh, cariñito —me llama así a modo de broma—. Lamento decirte que yo tampoco lo estoy, pero es una orden, y si desobedezco, Nolan hablará mierda como siempre.

—¡Alia! —la regaño—. Sabes bien que ese vocabulario no es permitido en la realeza.

—¡Qué se joda la realeza!... Y tú también, si no quieres hacer caso a lo que digo.

El Príncipe MorphoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora