El ocaso exhibía un rojo intenso aquella primera tarde en la cual Saúl Dumet Portela fue a visitar a Denise al hospital. Aquella tarde, las mariposas de la nostalgia volaron con sus alas algo apagadas y con un trascurrir casi mimético por el cual a ratos parecía que ellas se confundían con una esperanza que lastimosamente estaba por hacerse cada vez más y más difusa. Aquella tarde, toda sensación fue como uno de esos huracanes que todo lo arrasan. Aquella tarde, de un momento a otro él recordó el sabor de los sueños recién nacidos, luego observó a su bella amada en aquella cama de hospital en la que se encontraba y, finalmente, el dolor se hizo punzante, tanto, que por sus ojos brotaron las lágrimas, o quizás no por sus ojos, digamos más bien que a través de un alma que aquel muchacho ansiaba dejar sobre aquella cama de hospital como tributo u ofrenda para que su amada Denise pudiera despertar. Pero aquella tarde ella no despertó, ni la tarde siguiente ni la siguiente. Pero, aun así, él seguía visitándola sin falta. Y en una de esas ocasiones de visita, tras haberle comentado su día a su amada Denise, él se puso en la tarea de escribir. Quería escribir cosas positivas, por eso ese día se le ocurrió el siguiente poema:
No puedo acurrucarme bajo la esencia de la noche sin soñar una utopía. No puedo confiar en un mundo mejor sin por lo menos intentar acertar con alguno de los deseos de los que el alma de la vida se sirve para escarbar en aquello que llamamos realidad, o sin por lo menos ensayar una que otra fórmula en la luz de mi mirada para revertir un apócrifo y ajeno desarraigo. No puedo creer en la esperanza sin vislumbrar el amor como una fuga constante y desinteresada del alma. No puedo y nunca he podido cohabitar el horizonte sin tomar como escenografía el fondo sublime de unos ojos que indiquen la dirección de un sueño. Y así ando, tratando de creer que no todo es silencio, tratando de confiar que siempre que haya formas y pensares puede también haber uniones, creyendo de corazón que la paz es ese estado por el que vale la pena luchar con una disposición tanto de pensamiento y significación como de espíritu. Así ando, tratando de vivir, sonriente ante el futuro que no es sino abstracción y ante el presente que es totalidad en sí misma. Así ando, cada que la realidad no es otra cosa más que trozos de superficie sobre abismos interminables de pensamiento.
Como bien podemos apreciar, la idea era escribir cosas positivas para que aquella aura irradiada por las letras se dispersara por el aquel cuarto de hospital. Para que aquella aura llegara hasta el alma de Denise, pero las tardes seguían pasando y aquella chica no despertaba. "Si hubiera alguna forma de unir lo que escribo con el alma de la existencia en sí misma, si pudiera crear un pequeño islote de vida más allá de la vida en el cual pueda recostarse el alma, estoy seguro de que podría forzar la significación para, de una u otra forma, tratar de comunicarme con Denise", fue lo que pensó Dumet. Una idea que se le ocurrió dentro de su imaginación literaria. Pero, ¿cuál podría ser la mejor forma de lograr que un universo de metáforas y letras se combinara con lo que usualmente solemos llamar la realidad, sea lo que sea aquello? Pues a Dumet se le ocurrió que la mejor forma era crear una obra literaria en la cual uno de los personajes estuviera consciente de que era eso, es decir, un personaje literario. Pero no, no solo aquello, él tendría que crear además un personaje que por sí mismo descubriera que era una invención literaria. ¿Qué clase de obra podría ser aquella? Una obra metaficcional, pensó, Dumet, una obra que reflexione sobre sí misma, que rompa la llamada cuarta pared de cuando en cuando, incluso. Y ¿qué tono debía llevar? ¿Un tono positivo como aquel poema sobre la utopía? No, claro que no.
Debía ser una obra con matices de terror. Una obra que sumiera a toda reflexión posible en una opalescente y difusa niebla. Una obra donde Denise fuera un personaje y tuviera que correr por su propia vida.
Pero, ¿por qué así?
Muy sencillo, pensó Dumet, porque son las pesadillas las que llegadas a un clímax absoluto NOS DESPIERTAN.
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De las inercias de la piel a un mar de constelaciones
Ficção GeralUna hermosa chica que despierta totalmente desnuda en una oscura y lúgubre habitación sin saber a ciencia cierta por qué está allí, y una niña misteriosa que no es muy dada a hablar con las personas y que guarda un pérfido y oscuro secreto, se perca...