La visita al Ministerio

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Miró a Tom desmontando de la escoba y dejándose caer sobre la nieve. El muchacho aún seguía agotado y él, después de ese beso que habían compartido estaba aturdido y, por qué no decirlo, también estaba asustado.

Ese casto roce lo había devuelto a la realidad abruptamente ocasionando preguntas en su mente embotada de pensamientos contradictorios que no hacían sino confundirlo más. ¿Pero qué estaba haciendo? No podía negarse a sí mismo que le había gustado, y sobre todo, no podía negarse que lo había deseado desde que por la mañana despertara rodeado por sus brazos. Pero eso estaba mal; Tom era Voldemort, y aunque se negase a seguir creyéndolo eso no cambiaba un hecho irrefutable: De algún retorcido modo ese muchacho que estaba echado sobre la nieve y jadeaba agotado, era Voldemort.

Pero quizá... Solo por esa noche, o hasta que recordara quién era, Tom podía seguir siendo Tom. Ese chico en exceso respetuoso, que había posado sus labios contra los suyos como si fuera su primer beso.

"En realidad... Ese ha sido el primer beso de Tom"

Ser consciente de ello lo hizo preguntarse si Voldemort tuvo alguna vez ese tipo de experiencias. Seguramente no. Hasta dónde él conocía de Voldemort – y no era poco –, era capaz de jurar que nunca le interesó siquiera el experimentar el contacto de unos labios ajenos sobre los suyos.

- Tom, – Harry cortó la distancia que los separaba y se arrodilló a su lado – tenemos que volver.

- Un rato más – le pidió este abriendo sus ojos y mirando su rostro con cariño – Quedémonos hasta ver amanecer.

Harry desvío su mirada. Entre el esfuerzo que había llevado a cabo Tom al haber hecho magia sin varita (en el que había quedado exhausto) y el frío que hacía, el cuerpo del muchacho había quedado débil y no era capaz de generar suficiente calor ni aun con la fricción de las ropas, y a causa de ello comenzaba a perder el color, adoptando un azulado pálido que era mas notorio en los labios; casi morados. Por mucho que a Harry le hubiese gustado complacer su capricho, temía que Tom llegara a enfermar si seguían ahí. El chico debía entrar en calor inmediatamente.

- Otro día, – prometió, introduciendo sus manos por debajo de las axilas del muchacho para alzarlo trabajosamente hasta conseguir ponerse en pie con Tom apoyando todo su peso en él – te lo prometo.

Tom asintió sin ánimos de seguir hablando, tampoco es que tuviera fuerzas para volver a pronunciar palabra, simplemente se dejó hacer. Estaba demasiado cansado; le dolían los músculos de los brazos y las piernas como si hubiera pateado y dado puñetazos a la mismísima placa de hielo (de cuatro dedos de grosor) en vez de haber usado su magia contra ella. Canalizarla y usarla de esa manera era extenuante y doloroso... Pero había valido la pena por ver reflejada en los ojos de Harry la ilusión.

No es que lo conociera desde mucho... Pero el poco tiempo que llevaba junto a él se había convertido en lo más importante para Tom. No podía compararlo con nadie mas, pues solo conocía a cuatro personas a parte: esos dos hombres que estaban con el sanador Caine cuando despertó (y al parecer se asustaron tanto); al anteriormente nombrado sanador Caine; y por último, ese otro hombre de color que después descubrió por los ejemplares de El Profeta que le había llevado Harry que era, nada menos, que el ministro de magia.

Pero aunque hubiera conocido a más personas, aunque hubiese socializado con otros, para Tom nadie podía ser ni la mitad de importante que Harry. No sabía por qué exactamente, pero le gustaba; le gustaban sus desayunos juntos, las sonrisas tímidas (que a veces conseguía robarle en contra de su voluntad) y, sobre todo, le gustaba lo que despertaba en su interior: emociones que jamás había sentido, o que al menos no recordaba...

Un simple roce con el cuerpo del muchacho lo hacía vibrar y desbocar su corazón y su respiración, verlo semi desnudó había despertado en él ansias que no entendía ni sabía satisfacer. Ese deseo que no sabía aplacar, ese impulso de seguir mirándolo, de extender su mano y acariciarlo... Pero era mucho mas que todo eso, también quería protegerlo, saber sus miedos, sus sueños, sus anhelos... Y de poder, hacerlos realidad para Harry, para que fuera feliz. ¿Qué nombre merecían todas esas sensaciones y emociones que despertaba Harry en él? Debía tener un nombre, igual que aquello que le había pasado por la mañana cuando vio el cuerpo del muchacho y el suyo propio reaccionó; Deseo. Pero para lo demás, Tom no tenía respuesta porque los sentimientos eran algo complejo y confuso para él que, si se puede decir de alguna manera, había comenzado a vivir de nuevo desde cero.

Una oportunidad para TomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora