Capítulo 13

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Actualidad

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—Ángela, espera. —Traian tiró de nuestras manos y me obligó a detenerme cuando estaba a punto de abrir la puerta de salida.

Bajé la mirada a nuestros dedos entrelazados y me pregunté si la agitación que permanecía en mi estómago era por él o por lo que le había dicho a Sebastián apenas unos segundos atrás. Lo que tenía claro era que el agarre de Traian era inflexible y su mano generaba calor sobre mi piel. ¿Quién pensaría que alguien con el aspecto del hielo podría hacerme sentir cálida con un solo roce?

Alcé la mirada a sus ojos, permanecimos de esa manera por un par de segundos intensos. Escuché a Valerie aclararse la garganta de una manera para nada femenina a nuestro lado. Momentáneamente había olvidado que ella se encontraba allí.

—Yo voy a... ya saben... —La miré y había una mueca graciosa en su cara—. Iré a esa esquina a fingir que no los escucho cuando realmente estoy pendiente de toda su conversación mientras espero a Ángela para ir a clase.

Si no me hubiera sentido tan abrumada me habría echado a reír por el discurso a la carrerilla de mi atolondrada y demasiado honesta mejor amiga, pero Traian dio un apretón a mi mano y volví a enfocarme en sus ojos luego de que Val se acercara a una esquina del pasillo y, como dijo, fingiera no prestarnos atención. Al menos no tendría que contarle mi conversación con Traian después.

—Oye —pronunció con suavidad. Luego sonrió y me obligué a no suspirar—. Fuiste muy valiente hace un momento. Te felicito.

—No fue fácil... Créeme. Durante mucho tiempo estuve tratando de hacer algo así, pero nunca encontré la fuerza suficiente.

—¿Qué hizo que esta ocasión fuera diferente?

—Tú —respondí sin pensar. Luego amplié los ojos y comencé a ruborizarme—. Me refiero... a que tu presencia, como que... uh.

—Ya —rió. ¿Cómo podía esa risa tirar de cada una de mis fibras internas y hacerlas bailar al ritmo de su voz? Suspiré.

—Ya sé que las pocas veces que nos hemos visto te he dado la impresión de ser una chica torpe, tonta y débil.

—¿Yo dije eso?

—No. —Rodé los ojos. Entonces bajé la mirada—: Estoy segura de que lo piensas, aunque no me lo digas. Todo lo que he dicho y hecho frente a ti no ha servido para darte una buena impresión.

—Creo que encontré tu problema. —Me sorprendí cuando tomó mi mano libre entre otra de las suyas. Ahora sí que me sentía mareada. Estaba segura de que mi corazón latía tan rápido que podía escucharlo—. La razón por la que te dejas manipular y ofender de esa manera es porque piensas siempre lo peor de ti misma. No te defiendes, porque ni siquiera sabes cómo defenderte de ti. —De repente soltó mis manos. Me sentía fría y aún más cuando dio un paso atrás—. Tu autoestima está por el suelo, pequeña. ¿Por qué?

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora