Era diciembre y como era típico en esa zona, hacía un calor infernal. Era normal ver a las personas vestidas con pantalones cortos y polos holgados, lentes de sol y la piel brillosa por el bloqueador.
Ese no era el caso de Carolina. La chica caminaba en dirección mía con un paso de quién no le importa nadie, siempre mirando al frente. Su piel estaba tan limpia como siempre. No sabía cómo lo hacía pero era más fácil ver a un cerdo volar que verla a ella sudar.
Una gota de sudor bajó por mi mejilla. No sabia si era por el calor bochornoso o por la emoción de verla. No importaba la razón, mi cara estaba ruborizada, eso estaba claro.
- Andy - gritó la voz más dulce que se pueda oír jamás. Cada vez que me llamaba así me hacía estremecer. Solo ella y nadie más que ella.
- Coralina- balbuceé algo nervioso. Era un enorme placer ver el puchero que ella ponía cuando cambiaba las letras de su nombre. Era mi dulce pecado.
-¿Qué haces? - dijo Cora
- mmmm..... - Es verdad ¿qué diablos estaba haciendo? Cuando vi el árbol tirado en la acera reaccioné - Intentando decorar mi casa.
- Tal vez pueda ayudarte
Cogimos cada uno un extremo del árbol y lo cargamos hasta el interior de la casa.
Lo pusimos en una de las esquinas al lado de la ventana y nos dejamos caer en los muebles con un largo suspiro.
- Ahora solo falta traer los adornos del sótano - dije esto como si eso significara correr una maratón.
- No vas a traer todas esas cajas tú solo, déjame ayudarte.
Fuimos a la puerta del sótano, saqué la llave de mi bolsillo y abrí la puerta. Ella estaba algo nerviosa. Se le notaba en la cara y sus manos temblaban.
Bajamos las escaleras, encendimos la linterna del celular y divisamos las cajas a lo lejos.
No pude evitar el tambaleo de las sombras producidas por el celular. Era Cora quien lo estaba sosteniendo. Sus manos seguían temblando.
Mientras caminábamos hacia las cajas con un suspiro de pena y resignación no pude evitar preguntarle.
- Cora ¿te sucede alg....
El peso de su cuerpo cayó sobre mi hasta que logré apoyarme en la pared. Su lengua se había metido en mi boca y hacia juegos con la mía. Me dejé llevar y una de mis manos tocó su espalda. Fue como si la gravedad fuera mucho mayor en esa zona ya que mi mano bajaba más y más. Puso una mano en mi nuca justo donde terminaba el cabello y empezó a acariciarme. Su cuerpo se pegó más y más, era casi imposible que ella no se diera cuenta de lo que crecía en mis pantalones.
El celular que sostenía en la otra mano que se había posado en mi cintura cayó al suelo en un estruendo. Todo se volvió oscuro.
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Niños malos
Teen FictionNavidad está cada vez más cerca. Andrés y Carolina lo saben muy bien. Este año no han sido muy buenos que digamos. ¿Qué regalo podrían recibir estos niños malos?