Bren corría siguiendo a Ísett atravesando todo el bosque. Aquello era de locos. ¿Cómo había podido ser acusada sin prueba alguna?
Además, no había estado allí desde hace mucho...
De pronto, la chica de ojos negros se detuvo y se dio la vuelta en un claro.
-Lo siento, Bren-Se disculpó-No sé cómo ha podido pasar...Pero sé que tú no has sido.
-Tranquila-La chica de fuego le alborotó el pelo esbozando una sonrisa-Es por ser diferente, eso es todo. Entre la raza venenosa y la de fuego nuncha ha habido mucha simpatía.
-Tú me has caído muy bien-Quiso aclarar enseguida-Pero ahora debes marcharte, te estarán buscando-Bajó la cabeza-Mi pueblo me da verguenza ajena...Busca guerra donde no la hay...
-No te preocupes. Pero tu pueblo es maravilloso, de verdad. Tiene una belleza única que nunca había visto.
Ísett sonrió.
-Ahora debes irte, y yo no puedo acompañarte más allá de este punto...No sé el camino.Buena suerte, y lo siento de nuevo. Ya sabes que no es culpa tuya.
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-Me va a traer la planta, y no puedes hacer nada.
-¿Estas segura?
Vanela asintió lentamente. Sentía miedo, pero en todo caso, no lo mostraba.
-Si no hubiera escapado...Pero da igual. Esa planta nunca llegará a estar entre tus manos. Me encargaré de eso.
-Ni se te ocurra hacerle daño a Bren.
El hombre sonrió.
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Tras horas andando sin rumbo alguno, Bren percibió una luz entre los densos árboles frente a ella.
''El reino vegetal'' pensó. Apartó las ramas más bajas que le obstruían el paso para observar mejor el nuevo reino que se abría ante ella.
Edificios gigantes que se perdían en la gran cúpula transparente que cubría el cielo, una ciudad mezclada con bosques, donde la piedra convivía con las plantas. Era espectacular. Bren, maravillada, se sujetó la capa y avanzó a paso lento. Sin embargo, había algo raro en aquel entorno.
''La gente'' se dijo Bren, ya que no había ni un alma, y enseguida se dio cuenta de que el verdor de las copas de los árboles no era tan vivo, las plantas estaban casi marchitas, amarillentas y enfermas.
De repente, alguien le cortó el paso: Un hombre de unos treinta años y de oscuras ojeras le miraba fijamente.
La chica de fuego sonrió.
-Buenos días. Encantada, soy Bren y vengo del reino de fuego, antes de nada, deciros que no vengo a causar ningún mal...
-¡Lo que nos faltaba!¡Una de fuego! Mire, yo en particular no tengo nada en contra de su raza, pero mejor será que se vaya de aquí cuanto antes. Nos estamos muriendo.
-¿Eh?...¿Pero qué?¿Cómo?¿Todos?
-Así es, destructora.
Bren se dio la vuelta para ver a un señor mayor de barbas verdosas hasta el suelo, cejas gruesas que le tapaba prácticamente todo el único ojo que tenía.
-¿Qué le pasa al reino?
-Necesitamos agua. Y hace semanas que no cae.
Bren alzó la vista, y comprendió: Rápidamente, ató cabos: Aquella cúpula era la misma que cubría el reino de fuego para protegerse de la lluvia y mantener el calor del ambiente. Pero, ¿Porqué los vegetales tenían tal cosa si necesitaban el agua para sobrevivir?