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Cuando Carolina se calmó y logró escuchar lo que Rafael tenía para contarle, suspiró consternada y fue hasta la habitación de Frieda, la encontró dormida así que dejó pasar el rato y un par de horas después volvió a verla.

La chica seguía durmiendo, así que se sentó a su lado y acarició su mano, la veía como si aún fuera una niña pero sabía que ya era casi una mujer. Suspiró y sintió su corazón estrujarse, amaba a su hija desde el mismo momento que se enteró de su llegada, Frieda fue desde el inicio el regalo más hermoso para ese amor tan intenso que sentían ella y Rafael, fue el premio esperado para una relación que había atravesado miles de pruebas. Incluso así, los miedos que la asaltaron ante la idea de ser madre fueron tan grandes que la hicieron dudar de su capacidad para educar a un ser humano teniendo en cuenta la soledad en la que ella misma había sido criada. Ahora y por primera vez se sentía superada. Le había dicho a Frieda que estaba desilusionada de ella pero en realidad no era así, estaba triste y dolida, frustrada con ella misma con la simple idea de pensar que si su hija caía en algo así era porque ella no había logrado trasmitirle nada.

Frieda abrió los ojos y la vio observándola, había dolor en su mirada verde tan bella y profunda y se sintió mal por ponerla en esa posición. Ella conocía bastante bien la historia de la vida de su madre, siempre se había preguntado por qué alguien tan bueno como ella había tenido que pasar tantas cosas, y ahora se sentía culpable por darle más dolor.

—Siento haberte hecho sentir así, siento mucho que estés desilusionada de mí, mamá —dijo suspirando.

—No, no quise decir eso... me alteré mucho al verte de esa forma, Frieda... es como si... como si me hubiera visto a mí misma. Tú no tienes la culpa, me lo explicó tu padre y te creo. —Frieda sonrió algo más aliviada.

—Gracias... ya me siento mejor, mamá —dijo incorporándose para abrazarla.

—Hija... hay algo... Rafael dice que no recuerdas nada y estoy preocupada. Quiero que seas sincera conmigo... ¿tienes algún dolor o molestia? ¿Has ido al baño? ¿No hay sangre? Quisiera que fuéramos a un médico para que nos diga si no has sido... bueno, ya sabes... abusada —dijo mirándola fijo. Frieda tragó saliva, ese miedo también lo tenía pero ir a un médico a cerciorarse de aquello le parecía humillante.

—No, no siento nada... pero... no lo recuerdo y... tengo miedo —admitió.

—Mejor vamos, Frieda. Puede que no haya sucedido nada y estarás más tranquila.

—¿Crees que pueda pasar, mamá? —inquirió la muchacha y Carolina bajó la vista y suspiró.

—Sé que puede pasar... —afirmó con pesar.

Frieda entendió que aquella afirmación iba mucho más allá que un simple conocimiento teórico pero no preguntó más, su madre le había contado mucho de su vida privada y había hablado de abusos en algunas ocasiones, pero Frieda siempre pensó que la palabra se refería más que a nada a los golpes que recibía de su padre.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora