¡¿Qué?!

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Lyon

Maldición.

Llevaba tanto tiempo esperando probar esos labios y ahora que lo hago se de lo que me perdí durante tantos años. Sabía tan dulce. Sin poderlo evitar rodee su cintura con ambas manos apretándola a mi aun dándole el beso mas tierno y lleno de amor que haya dado en toda mi vida. Cuando sus brazos rodearon mi cuello y sus finos y bellos dedos se enredaron en mi cabello gruñí levemente.

No tardo en volverse más intenso ese beso, necesitado. De todos los años anteriores que la tuve cerca y jamás la bese. De esos años que la desee con tanta fuerza que me dolía. La necesitaba. La quería ya y proclamar ante todos que es mía. Miles de sensaciones extraordinarias se estaban apoderando de mi. Sus dientes atraparon mi labio inferior, gruñí contra su boca, sentía que toda mi cordura se estaba yendo a la mierda si seguía así esto.

-Detente... -ni yo mismo podía hacer caso a mis palabras pero era tan adictiva, ella gruño-, si sigues no podré parar...

No obtuve nada más que un buen mordisco en mi labio quejándome levemente, ella aprovecho e introdujo su lengua en mi boca sin dejar espacio alguno sin explorar, la apreté más a mi comenzando un beso que literalmente esta prohibido y mal visto dárselo fuera de 4 paredes e intimidad pero en esos momentos no me importaba para nada.

Seguí su juego moviendo nuestras lenguas al mismo compás, como si estuvieran sincronizadas mientras sus labios se amoldaban perfectamente a los míos. Fueron hechos para mi. La falta de aire estaba llegando así que sin poder evitarlo me separé de ella respirando agitado con la mirada levemente nublada. Sus labios ahora estaban hinchados, su pecho subía y bajaba mientras sus manos descansaban en mis hombros ahora, un hilo de saliva había quedado pero desapareció.

Cuando me miro de nuevo, sus mejillas se pusieron completamente rojas como dos tomates, lo cual me pareció sumamente adorable, se veía más hermosa de lo que era. Abrió desmesuradamente sus hermosos ojos amarillos como el sol. La vi cubrir sus labios e intentar salir corriendo, la logré atrapar del puro meñique.

Se detuvo de golpe con la mirada baja, una ola de aire fuerte corrió moviendo su cabellera dorada hacia adelante cubriendo su rostro como un telón. La tome de la mano completa y la jale hacía mi, no permitiría que se fuera. Esta vez no.

-Suéltame. - Su voz salió como un cuchillo afilado, pero después de tantos años ya me había acostumbrado.

-No. -Se volteó y me vio directamente a los ojos, vi como dentro de sus ojos de desierto había una enorme tormenta de arena.

-Suéltame... -susurro mas bajo. Negué con la cabeza y teniéndola aun de la mano con la libre acaricie su mejilla con el dorso de mis dedos.

-Jamás te voy a soltar. -Sus ojos se hicieron agua en ese momento. Salió una lágrima traicionera e inmediatamente la limpié con el pulgar. Nunca en mi maldita vida. Quiero verla llorar...

-Lyon... -no la deje hablar, deposite un dulce beso en sus labios, esta vez lento, lleno de todo mi amor por ella. Todos mis sentimientos, abrí levemente mis ojos, ella estaba llorando de nuevo, y había cerrado sus ojos. Me separé tan lento como un caracol.

-Te amo. -Me miro sorprendida, pero sin mas se abalanzó y me abrazo con fuerza, a lo que yo simplemente la estreché entre mis brazos rodeando su cintura.

-También te amo... -mi pecho hinchó de felicidad solo de oírla. Miré alrededor, nadie nos había visto. Tome aire levemente para después alejarla un poco de mi y limpiar sus mejillas.

-Dime, Veronica Beauffremont de Courtenay-coloque una rodilla en el suelo sin soltar su mano-, ¿te gustaría ser mi novia?-me miro con ternura.

-Claro que si, Lyon Bastia. -La abracé de la cintura y le di vueltas en el aire sonriendo. Escuchar su risa es la mas bella melodía para mi. Me sentía el hombre más afortunado del mundo.

Guerrera de la realezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora