Gracias, Hermano » YoonSeok.

t w o s h o t 1/2

Una delgada línea entre amigos y hermanos.

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Una vez que logras conocerle, escuchar sus locuras y verle sonreír, sabes que no hay vuelta atrás para lo que esta apunto de formarse, aunque desees parar con lo irritante de una relación como la que tengo con él, será demasiado tarde, pues haz caído ante él.

Cuando le conocí y le escuché reír, supe que sería la peor tortura que me pusieran al tener que entablar una conversación por educación con él. Dentro de mi lista negra su nombre figuraba aunque no tuviera conocimiento más que de su apellido: Jung. Todo mi interior decía que los Jung deberían estar encerrados por el bien de la humanidad o tal vez por mi propio bienestar de antecedentes penales que se generarían si me quedaba por mucho más tiempo en el misma sala que él.

Apenas tenía aproximadamente once años y él, que es un año menor, tenía diez. Estábamos en mi casa pasando la víspera de navidad junto a familiares y ellos, que son amigos nuevos de la familia o más bien de mis padres, parecía ser que mi padre encontró mucho apego con su padre tanto que los inventó a que irrumpieran lo que era un cálido ambiente familiar exclusivo de todos los Min dentro de la modesta casa. Quise por mucho hacerle desistir de la idea en cuanto me la hizo saber, nunca había sido de amistades o relaciones agradables incluyendo a mis propios primos, la soledad era un grandioso acompañante, irónicamente, así que el tratar de aguantar a otros niños ruidosos externos a los Min; no era una maravillosa manera de pasar la navidad y por lo consiguiente me ponía airado.

El plan de la noche era pasar una caliente y jugosa cena con todos ellos, sólo hasta que diera la media noche tenía permitido subirme a mi cuarto y hundir mi cuerpo en la cama a escuchar música o seguir leyendo aquel libro que me tenía con las nervios de punta por cómo transcurría el drama. Ese era buen plan y lo esperaba con ansia, pero no eran más que pasadas de las nueve y dentro de casa sólo estaban los Jung junto con un par de familiares más, los importantes aún no llegaban y no podíamos cenar sin su presencia. Ellos eran mis tíos junto con mi abuelo. Si me preguntan, yo fui quien se aferró a la idea de esperarlos o esperarle, mi abuelo pasaba poco tiempo con nosotros y yo le quería muchísimo por ser tan parecidos, por idenficarme con él y ser entendido por él, era tranquilo estar acompañado de él que la cena no podía concebirla sin verle al lado y mucho menos porque aquel chico de risa estruendosa con sonrisa brillante hacía un escándalo que me irritaba hasta las entrañas.

La cena comenzaba a enfriarse, el peinado de mamá estaba un poco chocado de estar relamido entre tanta silica que se encontraba por esponjarse, papá tenía la corbata cada vez más abajo por el nudo y los demás presentes estaban murmurando cuándo podrían cenar porque ya la hora estaba rayando las once. Mis tíos y abuelo no llegaban, y tampoco contestaban las llamadas, por mucho que mis papás quisieran mantenerse en una careta de sosiego ante todos los invitados les resultaba imposible ante mis ojos, algo pasaba y los tres lo sabíamos. No fue más que diez minutos después que la noticia llegó acompañado del hermano mayor de mi padre, al cruzar la puerta y ver el estado en cómo su ropa, rostro y cuerpo estaba, supe que era ese momento, aquel momento que le iba a llegar a todos por muy jóvenes o viejos que sean: El abuelo había muerto.

La gente hizo un silencio fúnebre en toda la sala, sólo pude escuchar el sollozo de mi padre y el gemido que mi madre dio de incredulidad, fue un accidente no brutal, pero si lo suficiente para que el corazón del abuelo parara debido al gran susto que se llevaron. Mis progenitores lloraron abiertamente, yo preferí mantener la postura por ellos y caminar sin prisa al jardín trasero para derramar, tal vez, un par de lagrimillas que le urgían salir.