Capítulo 38: Azor Ahai

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NdA: ¡Saludos! Lamento muchísimo la espera, pero aquí tenéis un nuevo capítulo. Está todo construido en base a mis teorías y a las que he ido leyendo en foros. Espero que Azor Ahai no os decepcione.


 Los cálidos brazos de Elithe la acunaron las noches y los amaneceres que precedieron al segundo enfrentamiento contra los Caminantes Blancos.

Durante aquellos días de caos, los heridos se recuperaron y las armas volvieron a bañarse en brea, llenándose los patios de armas del sonido del acero contra el acero.

Lyra acudía cada mañana a ver entrenar a sus hombres y combatir contra ellos, y dedicaba sus tardes a mecer a sus hijos entre sus brazos. La piel de Lyanna lucía cada día más llena de pecas y los ojos de Tyrion parecían cada día un poco más oscuros. Las matronas siempre comentaban que, de seguro, serían niños muy hermosos al crecer, y Lyra recordaba las palabras de la bruja sobre la belleza de Lyanna, que llevaría a su fin a familias enteras.

Los rumores corrían por el ejército. Algunos eran buenos y hablaban sobre Lyra, a la que llamaban la Reina de Plata, sobre que era invencible y sobre que el espíritu de Robb había pasado al cuerpo de su lobo. Pero otros hablaban sobre Tyrion, sobre cómo había logrado huir de Desembarco del Rey. La noticia de la muerte de Tywin Lannister el mismo día en que Tyrion escapó ya había llegado hasta el Muro, pero Lyra prefería ignorarlos. Su intención era acusar a Stannis de asesino y vengar a Renly ejecutando a Stannis. Si era cierto que Tyrion había matado a Tywin, cualquiera podría pedir la misma justicia aunque los Lannister fuesen el enemigo. De modo que dejaba correr los rumores esperando que se olvidasen.

La noche de antes de la batalla, Kyron la avisó de que la sacerdotisa roja la llamaba. Lyra se puso una cota de malla ligera bajo la capa antes de acudir a la habitación de la mujer, en cuyo centro ardía una pequeña hoguera. Tras las llamas, Melisandre parecía arder.

—Os estaba esperando —su voz era como tacto del acero, suave pero firme.

—Espero no haberos hecho esperar mucho —cautelosa, Lyra cerró la puerta tras ella y rodeó el fuego, situándose en el mismo lado que la mujer, que tenía centrada su atención en el crepitar de las llamas.

Los minutos transcurrieron en un silencio solo roto por el fuego y las respiraciones de ambas. Lyra comenzaba a irritarse cuando la mujer giró el cuerpo hasta quedar frente a ella; incluso separadas, podía sentir el calor que irradiaba. Sus ojos de rubí recorrieron el rostro de Lyra, que no pudo evitar un violento escalofrío al recordar la sensación de los dedos de Melisandre sobre su piel.

La mujer avanzó un par de pasos, arrancando al suelo un susurro cuando su capa carmesí se arrastró sobre la madera. Su olor, una mezcla de fuego y almizcle, le taponó la nariz saturando su mente. Con la mirada recorrió su cuerpo, envuelto en un ajustado vestido del mismo color que su cabello, hasta llegar a sus ojos, dos pequeñas brasas.

—¿Qué sabéis de Azor Ahai, alteza? —pareció envolverla con sus palabras; se sentía hipnotizada.

—Conozco la historia —susurró para que no se notase el temblor en su voz—, sé que Azor Ahai forjó su espada templándola en el pecho de su amada, y que con ella dio fin a la Larga Noche. Sé que dicen que ha de renacer.

—Ya ha renacido —Melisandre dio un par de pasos hacia ella, colocándose muy cerca; uno de sus pechos llenos rozó el hombro de Lyra, que se estremeció ante el repentino calor que la invadió—, y el deber de los sacerdotes de R'hllor es encontrarle... —se alejó, acercándose de nuevo a las llamas y fijando su mirada en ellas— Durante muchas lunas he creído ver a Stannis Baratheon en las llamas, luchando contra el Gran Otro, pero ahora el fuego dice otras cosas...

The Lionhearted Deer | Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora