ESPECIAL DE NAVIDAD

119 7 2
                                    


Eran las cinco de la mañana cuando cruzó el umbral de su hogar. Estaba agotado pero aun así sonrió. La casa olía a primavera, como siempre.

Era una hermosa casa, la había comprado porque era espaciosa, pero lo que más le gustó de aquel lugar era su inmenso jardín trasero. Ese que su esposo se ocupaba de mantener frondoso, hermoso y cuidado, como una verdadera joya.

Dejó su maletín sobre el mueble de la sala y tuvo que volver a sonreír al ver el pequeño desastre que había en el lugar. El árbol de navidad estaba tirado en el suelo, pequeños y grandes adornos pululaban por la alfombra. Las luces no habían sido sacadas de sus cajas y la estrella que coronaba el árbol cada año descansaba en su estuche de terciopelo sobre la mesa del comedor.

-Es evidente que estos dos no pueden terminar nada sin mí. - murmuró sonreído y complacido.

Caminó hasta el pasillo donde estaban las habitaciones mientras desanudaba su corbata. Se asomó primero a la habitación cuya puerta ostentaba un anuncio rosa que rezaba "El cuarto de la princesa".

La princesa que habitaba aquella habitación, estaba dormida sobre la cama, con los pequeños pies fuera de ella, las manos sobre la cabeza y a medio cubrir con una cobija que se arrastraba por el suelo.

Sonrió de nuevo, aquella forma de dormir de su hija era ajena a la de una delicada princesa. Se inclinó y acomodó los piecitos dentro de la cama. Tomó la cobija y cubrió el pequeño cuerpo que en seguida se acurrucó en el bienvenido calor de la cálida sabana. Un beso dulce depositó en la rosada mejilla.

-Papi. - murmuró entre sueños la pequeña durmiente.

-Te amo mi princesa. -le susurró con amor y salió sonriendo de la habitación.

¿Se puede ser más feliz?

Aquel pensamiento rondaba su mente mientras caminaba por el pasillo hasta su habitación, al entrar y ver al que en la cama en completo abandono dormía, su sonrisa se hizo aún más amplia y feliz. Representada en aquella entrañable escena, estaba la respuesta a su pregunta. Sí, se podía ser más feliz.

Patrick Delaney había vivido meses de infierno alguna vez, pero la recompensa que ahora ostentaba había borrado la desdicha y le hacía agradecer cada día por el regalo recibido.

Tres años habían pasado desde aquellos acontecimientos, ahora vivía en aquella casa, con su hija y con Nathan, su esposo.

Patrick estaba quitándose la camisa cuando sintió un movimiento en la cama.

-Pensé que llegarías más tarde. -murmuró un adormilado Nathan desde la cama.

Patrick no podía borrar la sonrisa de su rostro y es que Nathan era el centro de su mundo y su otro regalo, el que crecía en el vientre de su amor, era la más absoluta promesa del compromiso férreo de amor que los unía.

"¿Cómo no iba a ser tan condenadamente feliz?"

Se preguntó mientras semidesnudo se metía entre las tibias sabanas y besaba el pequeño vientre de Nathan.

-Resultó que la emergencia no era tal. -Explicó, dando pequeños besos a la tersa y abultada piel-. Es solo que mi paciente está ansioso y en extremo impaciente porque su bebé nazca y es la tercera vez que saca a su esposo de casa, con un parto que aún no es.

-Pobre. -murmuró Nathan recibiendo complacido los tiernos cariños para su hijo. Un hijo que ambos habían deseado con fervor y que ahora era un sueño hecho realidad.

Lo labios tiernos alcanzaron finalmente los suyos, invadiéndolos con suavidad.

-Menos mal que tu no eres así mi querido Doctor Delaney. -aseguró Patrick entre besos. -tu eres todo comedido, practico, sereno y...

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 08, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

ESPECIAL DE NAVIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora