Tenía seca la boca y era incapaz de hablar en ese momento, abría la boca pero no salían las palabras de ella, no había forma de pedir ayuda, ni su cerebro o la arritmia que estaba teniendo se lo permitían;estaba concentrado en correr, su única salvación hasta el momento. La adrenalina y el temor ante el inminente peligro le estaban causando tener visión doble pero estaba tan aterrado que ni siquiera la inflamación en la piel que estaba empezando a tener en sus manos lograba distraerlo de correr lo más rápido que pudiera
Era paranoico, demasiado, así que no era de extrañarse que en cuanto oyó pasos apresurados tras de él se pusiera en modo alerta, aún no comenzaba a correr en esos momentos, su paranoia era fuerte pero su mente no encontraba motivos para preocuparse mucho aún, no tenía razones suficientes; pero todo cambió cuando un chico, alto, con cabello castaño corto y ojos verdes que inspiraban temor, lo había tomado de los hombros para después atraerlo a él, su ritmo cardíaco se aceleró, dejó de sentir su cuerpo, sólo podía pensar en alejarse de su agarre, golpeó al chico con su codo en el estómago y lo pisó logrando soltarse así, una vez fuera de sus brazos salió corriendo sin siquiera fijarse si el chico lo seguía o no. Y así es como había llegado a su situación actual: correr como alma que lleva el diablo por las calles de la ciudad; si era sincero jamás había tenido tanto pánico desde que casi pierde a su padre a causa de una operación en la próstata a la vez que a su anorexica hermana tenía complicaciones con su hígado y él era la única persona que podía pagar por la hospitalización de ambos. Vaya suerte que tenía.
Comenzó a pensar que su circulación estaba fallando pues sentía que estaba a nada de un desmayo, aunque a ratos sentía que su presión sanguínea aumentaba en su cerebro. Estaba cerca de casa. Con rapidez tanteó las llaves en su bolsillo trasero y las sacó con las manos temblorosas, no tardó mucho en abrir la puerta de su casa y arrancar las llaves de la cerradura, en cuestión de segundos estaba corriendo por toda la casa comprobando que todas las puertas y ventanas estuvieran cerradas con seguro, una vez terminó se dirigió a la sala y en el camino se revisó el ritmo cardíaco, soltó un suspiro de alivio al notar que su taquicardia ya se había ido. Necesitaba comer o tomar algo, de preferencia cualquier cosa que fuera dulce pues sus niveles de azúcar se encontraban peligrosamente bajos pero también sabia que si ingería algo en ese momento lo vomitaría o sufriría de algún desmayo, aunque las dos cosas estaban a punto de pasar independientemente de si comía o no. Se sentó. Seguía débil, maldecía a todos los dioses por no haber ingerido suficiente leche cuando era pequeño pero sabía que ni aunque hubiera tenido más calcio en sus huesos lo haría sentir mejor luego de los sucesos que acababa de pasar, su corazón dolía y sentía que ahora ya no tenía suficiente sangre para seguir consciente por un minuto más. Sintió humedad en sus pantalones y palpó sus piernas, genial, parecía que estaba teniendo su periodo, el chico loco le había encajado algo, no había otra explicación para el sangrado a menos que estuviera sufriendo un aborto repentino pero eso era imposible ya que era un hombre.
Siguió tratando de calmarse completamente, los latidos de su corazón eran cada vez más lentos, se dejó llevar y cerró los ojos, se entregó a la a la oscuridad y lo único que lo recibió fue el completo vacío.
Al día siguiente la señora Carson, como cada día desde que Louis se mudó a ese recinto, fue a ver a su vecino favorito, al no recibir respuesta agarró el pomo de la puerta y lo giró para descubrir que estaba abierto, al entrar a la casa se dirigió a la sala, donde encontró un gran charco de sangre, desesperada buscó por toda la casa pero no había rastros de su amable vecino y después de un grito desgarrador y con un llanto imparable llamó a la policía.
Ya iba un mes de busqueda y no había rastro del chico por lo que lentamente comenzaron a dejar de buscar, dejando el caso como inconcluso.