uno. » fría

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Querida Daphne del futuro,

Espero que si estas leyendo esto te des cuenta de que has de dejar de ser tan fría y distante con lo que te rodea. Sí, en este día número veinticinco de este verano, mi frialdad ha escalado la cima de lo que se consideraría anormal. No sé si para cuando estés leyendo esto habrás cambiado al menos, un poco, aún así quiero contarte por qué pienso que he llegado a estos extremos y que si no has cambiado hasta este entonces que pienses y que recapacites sobre tu gran problema.

A continuación, va el primero de mis relatos.

Aquella mañana me había levantado con el pie izquierdo. Si algo me caracterizaba desde hacía años era mi buen humor matutino (nótese la ironía). Había hecho acto de presencia, una vez más para desgraciar el día a los que me rodeaban.

Me había levantado a prontas horas de la mañana para trabajar. Ahora mismo, apuesto a que te estarás preguntando de qué y de cuándo me levantaba yo para trabajar y mover el trasero. Papá tenía la explicación, me había prometido que si le ayudaba a preparar el restaurante y a hacer de camarera un rato me daría algo dinero para que (a escondidas de mamá, por supuesto) me comprara lo que me apeteciera. Estaba contenta por la adquisición del dinero pero a la vez asqueada por el clima que se aspiraba en el restaurante.

¿Las razones por las que estaba asqueada? Si me das la oportunidad de seguir explicándotelo, agradecería que leyeras hacía más adelante.

Recapitulando, se suponía que hoy iba a trabajar en el restaurante familiar así que me deshice en un primer momento de las sábanas que se pegaban a mi figura, me levanté y estiré mis brazos en el aire. Me dolía el cuerpo, pero no me importaba demasiado porque me lo merecía, había pasado horas observando el mar en una mala postura por así decirlo. Rápidamente me vestí con algo sencillo, me eché colonia y me puse desodorante.

De repente, se me vino a la mente una idea asombrosa, poner música, de mi favorita, de los de siempre. Queen. Al son de la música me dirigí al baño bailando, contoneando mis caderas y moviendo mis labios imitando al gran Freddie Mercury, me salía bien, parecía una profesional. Me peiné de cualquier manera, tener el cabello liso ayudaba a que con lo poco que te peinaras pareciera que te habías retocado perfectamente. Dibujé una fina línea mis párpados superiores, sabía que a papá no le gustaba verme con los ojos teñidos pero supuse que ayudaba más que tener la cara de sueño total.

Así que salí de delante del espejo (Tú sabes perfectamente que no me gusta verme), apagué la música, cogí las llaves, una cola para el pelo y salí de casa cerrando la puerta con cuidado de no despertar a mi madre que aún dormía.

Era pronto pero aún así, el sol se empezaba a notar, disfruté cómo una niña de este, que travieso, se colaba en mis pupilas. De camino al anteriormente citado, me encontré con Tino, el cartero, y le saludé a regañadientes cuando alzó su mano con la mayor efusividad del mundo y cuando prácticamente gritó mi nombre. Odiaba que me alzaran el tono de voz, y más sin motivo. En esos momentos en los que la emoción superaba la racionalidad las palabras perdían el sentido y por tanto el cariño de las dichas a mi parecer. Sonreí para parecer cortés y para que en el fondo, no me molestara más. Continué mi camino rezando y musitando palabras inteligibles hasta llegar a mi destino.

Una vez estuve en la puerta de la cocina suspiré y cómo un felino que observa el próximo movimiento de su presa vislumbré a mi padre, estaba cocinando (cómo siempre) y cantando algo que tenía que ser el típico clásico italiano "O solle mío".

"Bu" susurré posando mi dedo índice en su hombro derecho.

"Buenos días preciosa, ¿Como has dormido?" sonrió y volvió a la vista a lo que estaba elaborando.

breathe me » zayn malikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora