El hermano de Natalia era menor que todas ellas. Ahora, ya era todo un donjuán, pero cuando empezó a salir y a conocer chicas, lo hizo de la mano de su hermana y de las amigas de ésta. Ellas le protegían, le mimaban y le aconsejaban, y eso era algo que Daniel no podía dejar de agradecerles. Era un hermano pequeño a medias de todas, y eso, a él, le encantaba.
—Daniel, soy Paula, necesito pedirte algo importante.
—Paula, claro, ya sabes que para mis hermanas postizas nunca tengo un no por respuesta, y mucho menos para ti. Pide por esa boquita. A ver, cuéntame qué necesitas.
—Necesito que vengas conmigo esta noche a un garito de copas, a ver un monólogo.
—Paula, cuéntamelo todo. Dudo mucho que solo sea eso. Dame los detalles, no quiero sorpresas. Te prometo que accederé a cualquier cosa, no te creo tan peligrosa.
—El plan es una venganza. En realidad, un tipo que he conocido por error y que se cree con unos derechos que yo jamás le he dado. Creo, además, que necesita un escarmiento. Es un tipo guapo, bueno, muy guapo, de esos que no conciben no poder ligarse a cualquier tonta que se les cruce por delante.
—Paulita, Paulita, yo creo que este tipo te gusta, pero no me quiero meter donde no me llaman. Te ayudaré encantado, seguro que al tipo que dices le irá bien que una chica le tire un jarro de agua fría por una vez en su vida.
—Daniel, una cosa más. Necesito que estés irresistible, guapo ya lo eres. Ponte aquella camisa blanca de lino y cuello Mao que tanto me gusta ¿Sabes cuál te digo? ¡Ah! y, cuando yo me acerque mucho a ti, sígueme el juego, como si fuéramos pareja, ¿de acuerdo?
—Claro, entendido, te paso a buscar por tu casa en mi moto, así no tendremos problemas para aparcar en el paseo.
—Tenía pensado ponerme faldita, pero vale, ya tendré cuidado al subir y al bajar, no importa.
Paula finalizó la llamada y se dispuso a prepararse para la noche. Primero llevó a sus princesas a casa de los abuelos y después se pasó por una de sus tiendas preferidas a comprarse una falda y un top; quería estar irresistible, que Jorge deseara pasar la noche con ella, y para eso necesitaba algo nuevo para así creérselo ella también y transmitir seguridad.
Escogió una falda por encima de la rodilla, con un poco de vuelo, de color negro, y un top del mismo color, de tirantes, ajustado y por encima de la cintura, con una cremallera dorada de arriba abajo.
También se concedió el capricho de comprarse unos taconazos de vértigo, aún sabiendo que no los volvería a utilizar jamás. Demasiado incómodos. Pero esa noche pagaría el precio de la incomodidad por sentirse como una modelo de pasarela. Solo faltaba su perfume habitual, un toque de maquillaje suave y ¡lista!
Daniel llegó puntual. Paula bajó enseguida y al salir del portal, y dirigirse hacia la moto de su amigo:
—Fiu, fiu ¡Madre mía! ¿Cómo puedo ser un hombre tan afortunado? No sé si llevarte al monólogo o raptarte para mí solo.
—Daniel, no digas tonterías. Soy yo, Paula. Mírame bien, hombre.
—Mejor que no te mire bien, porque si no sí que te rapto. En serio, estás espectacular. El tipo ese va a echar humo.
—Vamos, no quiero llegar tarde. Cuanto antes vayamos antes nos vendremos. Estoy hipernerviosa.
—Te aseguro que él se pondrá el doble de nervioso cuando aparezcas, hazme caso.
Paula subió a la moto con cuidado. Se remetió la faldita por debajo de las piernas y apoyó las manos en el depósito de la moto, igual que había hecho las otras veces que la había llevado a algún sitio.