Estaciones.

15 3 0
                                    


  Tengo 5 años, y por tercera vez en la semana de este otoño me encuentro en la cama llorando, usando las sábanas estampadas como escudo protector del mundo cruel que está ahí afuera, por fuera de esta burbuja de inmunidad que me provee las sábanas. Y pensar que toda esta tristeza fue por haber indagado un poco más sobre el por qué de este paisaje que tanto me agrada. Resulta que todo este tiempo estuve saltando alegremente sobre los cuerpos crujientes de las fallecidas hojas que no aguantaron el paso del tiempo y se precipitaron desde lo alto de la copa de un árbol. Mamá y papá también se van a morir.

  13 años, la situación se repite, no así la escenografía. La fisonomía de la habitación cambió, yo también. Las hojas de mi árbol genealógico van falleciendo lentamente y carezco del abrigo del abrazo de la nona para pasar este frío crudo. En la mesa falta una silla. No quiero festejar más mi cumpleaños.

  20 años, rodeado de amistades del momento creyendo festejar el florecer de una nueva etapa. Una vez más pensé erróneamente ser imparable, ser el rey del mundo. En una noche donde primó el exceso pasé unas horas coqueteando con ella, un histeriqueo constante que no llegó a nada. Desperté a la mañana siguiente en soledad, tratando de reconstruir la noche a partir de dichos de las personas presentes. Deambulé solo toda la noche con la única compañía de un vaso que nunca veía el fin.

 25 años, Navidad en la casa de mis padres, cena familiar. A esta altura de mi vida las cosas ya van un poco más encaminadas, completé los estudios y conseguí un trabajo que lejos está de ser de mi agrado pero al fin y al cabo paga las cuentas. Conocí a una chica y estamos juntos ya hace 4 años, nos amamos mucho pero últimamente no nos comunicamos. Una vieja conocida volvió pero esta vez la veo como a una amiga, cada vez que los problemas me agobian , aparece ofreciéndome una solución; quiere que me vaya con ella pero no puedo dejar mi trabajo por más mediocre que sea, es mi única fuente de ingreso. Ahora hay que alimentar tres bocas. Mi novia está embarazada. El vacío del living es llenado por la alegría de los infantes de la familia, mi futuro pequeño tesoro va estar entre ellos.

 80 años, camino de la mano con mi bisnieto por la plaza del barrio mientras las primeras hojas de tinte amarillo aparecen en los árboles. Mientras le damos de comer a las palomas me pregunta por qué las hojas cambian de color. Nos sentamos en el banco y comencé a explicarle tal y como lo había hecho mi mamá; como todo lo creado cumple un ciclo de vida, nacen esplendorosas en la primavera luciendo su verde radiante, pasando por el verano hasta llegar al otoño, donde con la venida del frío van entrando a su etapa final. Por lo menos así me lo habían explicado a mi. Lo que le faltó agregar a mi mamá es que siempre va a haber una nueva primavera. Finalmente llegó su mamá para buscarlo:

- Nono, ¿Vamos a venir de nuevo otro día?

- No enano, no puedo.

- ¿Por qué?

- Me voy de viaje.

- ¿A dónde?

- Voy a visitar a una vieja amiga que conocí a tu edad. Nunca la hubiera encontrado de no ser por la vida.

- Bueno pero ¿Cuándo vas a volver?

- La verdad no sé, por eso te dejo de regalo esta hojita para que la cuides y veas como va a nacer una nueva.

- Chau nono, ahí vino mami.

- Chau enano, te quiero mucho.

 Lo besé en la mejilla y le di todo mi calor como abrigo en ese último abrazo.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Antología.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora