Capítulo 3 - El Carnelian

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Esta es una entrada de la primera película que vimos, mira lo que dice en ella: "Greta en tierras salvajes", sesión matutina para estudiantes, 5 de octubre, una fecha que jamás dejará de ponerme nerviosa. Ignoro si es la tuya o la mía, pero lo que tengo claro es que compré las dos y esperé fuera, tratando de no caminar impaciente en medio del frío. Estuviste a punto de llegar tarde, lo que se convertiría en algo habitual. Tenía una intuición: Que no ibas a aparecer. Ese era mi presentimiento, mientras la cámara enfocaba de arriba y abajo la calle vacía en la película de aquel día, 5 de octubre, conmigo sola, en gris, caminando impaciente frente al objetivo. Y qué, pensé. Solo eres Harry Styles. Aparece. ¿A quién le importa? Aparece, aparece, ¿dónde estás? Jódete, todo el mundo tenía razón sobre ti. Demuestra que están equivocados, ¿dónde estás? Y entonces, desde no se sabe dónde, entraste de nuevo en mi vida, dándome unos golpecitos en el hombro, con el pelo peinado y húmedo, sonriendo, tal vez nervioso. Tal vez sin aliento, como yo.

—Hola —exclamé.

—Hola —respondiste—. Siento llegar tarde, si es que llego tarde. No me acordaba de cuál era este cine. Nunca vengo aquí. Lo tenía confundido con el Internationale.

—¿El Internationale? —el Internationale, Harry, no es el Carnelian. El Internationale proyecta adaptaciones británicas de las tres mismas novelas de Jane Austen una y otra vez, y documentales sobre contaminación—. ¿Y quién te estaba esperando en el Internationale?

—Nadie —dijiste—. Estaba muy solitario. Prefiero este.

Nos quedamos quietos, el uno al lado del otro, y abrí la puerta.

—Así que ¿nunca has estado aquí?

—Una vez en una excursión del colegio para ver algo sobre la Segunda Guerra Mundial. Y antes de eso mi padre nos trajo a Gemma y a mí a ver una peli en blanco y negro, debió de ser antes de que conociera a Kim.

—Yo vengo, digamos que, todas las semanas.

—Está bien saberlo —dijiste—. Así siempre podré encontrarte.

—Ajá —respondí saboreando tus palabras.

—Bueno, dime lo que vamos a ver, ¿de nuevo?

—"Greta en tierras salvajes". Es la obra maestra de P. F. Mailer. Casi nadie consigue verla en la gran pantalla.

—Guau —exclamaste echando un vistazo al solitario vestíbulo. Únicamente estaban los habituales hombres con barba que entraban solos, otra pareja probablemente de universitarios y una anciana con un bonito sombrero que llamó mi atención—. Voy a comprar las entradas.

—Ya las tengo —dije.

—Vaya —respondiste—. Bueno, ¿qué puedo comprar yo? ¿Palomitas?

—Claro. En el Carnelian hacen de las de verdad.

—Estupendo. ¿Te gustan con mantequilla?

—Lo que tú quieras.

—No —dijiste rozándome el hombro; estoy segura de que no lo recuerdas, pero yo me derretí—, lo que tú quieras.

Conseguí exactamente lo que quería. Nos situamos en la sexta fila, donde siempre me gusta sentarme. El mural descolorido, el suelo pegajoso. Los hombres barbudos idénticos y acomodados en butacas distantes, como las esquinas de un rectángulo. El perfil de la anciana de pie en la parte trasera, quitándose el sombrero y colocándolo junto a ella. Y tú, Harry, con tu brazo por encima de mis hombros provocándome un escalofrío, mientras las luces se apagaban. Comienza Greta en tierras salvajes con la apertura de un telón. Lottie Carson es una corista de teatro con un hoyuelo en la mejilla que la convirtió en Belleza Cinematográfica de Estados Unidos y en amante de P. F. Mailer. No es mucho mayor que yo ahora, lleva un abanico de encaje y un diminuto sombrero al tiempo que canta una canción titulada Tú eres mi norte, cariño. Miles de la Raz no puede apartar los ojos de ella. Mientras, tú cogías mi mano entre las tuyas, cálidas y electrizantes, dejando las palomitas abandonadas. Entre bastidores, se comporta como un Idiota. «Greta, te he dicho un millón de veces que no hables con ese vago y asqueroso trombonista». «Oh, Joe, solo es un amigo, es todo», etcétera. Más diálogo, otra canción, creo, y…

… me estabas besando. Sucedió de repente, supongo, aunque no es repentino besar a alguien en una cita, especialmente si eres Harry Styles, y también, para ser fiel a la verdad, si eres _______  _______(Tú).

Fue un buen primer beso, suave e impactante, y puedo sentirlo ahora en la camioneta del padre de Liam, como una luz y un aleteo en el cuello. Me pregunté qué harías a continuación, y entonces, con un rat-tat-tat de ametralladoras disparando contra las cajas de instrumentos mientras Lottie Carson grita, te devolví el beso. Ella debe abandonar la ciudad, pero nosotros nos quedamos exactamente donde estábamos. El hombre de confianza de Miles de la Raz la mete en el tren y ella, enfadada, le lanza el abrigo de visón sobre su cara rabiosa. Seguramente no recuerdes esa escena porque en ese instante me estabas besando apasionadamente, con la boca húmeda y un ligero sabor a menta de la pasta de dientes. Liam y yo la vimos en segundo, en su casa, en sesión doble con "Toma esa pistola", acompañada de pizza y un café helado que a mí me hizo balbucear, aunque a Liam solo le puso nervioso y le temblaba la rodilla tanto que no sabía dónde poner las manos. Así que conozco la escena. Ella se arrepiente de su gesto con el visón porque el tren se dirige hacia el norte. En Yukon se encuentra con Will Ringer, abrigado hasta las orejas en un trineo de perros y dispuesto a llevarla el resto del camino hasta su escondite…

Mientras tu mano descansaba en mi cuello sin que yo supiera si la deslizarías hacia abajo para tocarme por encima de mi segunda camiseta favorita, la que tiene esos extraños botones de perla que obligan a lavarla a mano, o si la llevarías hasta mi cintura antes de meterla por debajo. ¿Y si te lo impido? ¿Y si quiero? ¿Y si se lo dices a alguien? Tus manos estarían sobre mi cuerpo y solo habían pasado veinte minutos de la primera película de nuestra primera cita. Así que interrumpí el beso cuando Lottie Carson se acuesta sola en el iglú, mientras Will Ringer, porque ella se lo pide, porque la quiere, duerme con los perros. Permanecimos sentados y quietos el resto de la película, en la oscuridad, apenas agarrados de la mano hasta que llegó el final y el gran, gran beso, y luego, mientras parpadeábamos en el vestíbulo, te pregunté qué te había parecido.

—Bueno —respondiste, y te encogiste de hombros, me miraste, te volviste a encoger de hombros y sacudiste la mano con un gesto de más o menos; entonces deseé tomarte de la muñeca y colocar tu palma justo donde antes te había impedido que la colocaras. Mi corazón, Harry, golpeaba mi pecho deseando que sucediera, justo en ese instante, el 5 de octubre, en el cine Carnelian.

—Bueno, a mí me gustó —aseguré esperando no haberme ruborizado con aquel pensamiento—. Gracias por verla conmigo.

—Claro —dijiste, y luego—: Quiero decir, de nada.

—¿De nada?

—Ya sabes lo que quiero decir —añadiste—. Lo siento.

—¿Quieres decir que lo sientes?

—No —exclamaste—, quiero decir que ¿qué hacemos ahora?

—Vaya —dije, y me miraste como si no te supieras el diálogo. ¿Qué podía hacer contigo? Había esperado que se te ocurriera algo a ti, ya que la película era cosa mía—. ¿Tienes hambre?

Sonreíste levemente.

—Juego Futbol —contestaste—, así que la respuesta siempre es sí.

—De acuerdo —dije pensando que podía tomarme un té. ¿Y verte comer? ¿Era eso lo que me deparaba la tarde, todo el 5 de octubre? Con Greta aún deslumbrante en mi cerebro, quería que hiciéramos algo, no sé…

Y entonces lancé un grito ahogado, de verdad. Tuve que mostrártelo porque no era algo que pudieras ver sin más: la ruta que nos conduciría a algún lugar, el inicio del relato que podría convertir el 5 de octubre en una película tan hermosa como la que acabábamos de ver. Era algo más que la anciana pasando junto a nosotros, más que cualquier cosa que pudieras contemplar a la luz de la lluviosa tarde. Era el sueño de un telón que se abría, y te agarré de la mano para llevarte al otro lado, hacia algún sitio donde fuéramos más que una estudiante de tercero y otro de cuarto besuqueándose en un cine, algún lugar mejor que té para la chica y una merienda para el deportista, mejor que una tarde cualquiera para todo el mundo, algo mágico en una gran pantalla, algo diferente, algo…

extraordinario.

Lancé un grito ahogado y te indiqué la dirección. Te ofrecí una aventura, Harry, justo delante de ti, pero no fuiste capaz de verla hasta que yo te la mostré, y por eso rompimos.

Y por eso rompimos (Harry Styles y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora