ÁNGEL NEGRO [EXO FANFIC AU]

En un comienzo

Nunca consideraron necesario ser amigos, aunque el gobernador se muriera de deseo por volver a verlos como una hermandad. Aún así. El solo hecho de haber crecido dentro de la misma organización y estar condenados a proteger y dar la vida por aquella preciada ciudad por la que tanto pelearon sus padres ya los hacía tener lo suficiente en común. Ser amigos y fingir que se llevaban bien, estaba demás.

Pero las cosas entre ellos no siempre funcionaron así, aunque fuera difícil de creer. Ellos alguna vez fueron inseparables, como una pequeña confraternidad en miniatura compuesta de muchachitos curiosos y traviesos fingiendo ser serios, pero que solo provocaban la ternura y la risa de los adultos con ello. 

Hasta que un hecho les sacudió de forma repentina y brutal, provocando que ya nada volviera a ser lo mismo entre ellos, y eso era la traición. 

No podía ser menos. 

No para los guerreros Alfa. 

La poderosa organización Alfa era la encargada de resguardar a Era, la gran capital, de sus más grandes enemigos: la organización de Oscuros. Este grupo de rebeldes comenzó trabajando para la gran Era en una penitenciaría a unos cuantos kilómetros de la ciudad central. Estaba hecha de material sólido, enormes murallas impenetrables y una arquitectura gótica y siniestra dónde iban a dar todos aquellos criminales que Era ya no quería. Todo hasta que aprendieran a comportarse de manera civilizada o simplemente murieran. Pero la historia dio un giro rotundo cuando se descubrió que en realidad los presos no eran castigados por sus delitos, sino más bien sometidos a un extenuante trabajo para levantar una ciudad, tan grande como la orgullosa capital, y antes de que pudieran darse cuenta, el nuevo asentamiento llamado Ciudad de las Sombras ya poseía el control absoluto del territorio que ocupaban. 

En Era, mientras tanto, asumía el cargo de gobernador un muchacho joven e inexperto a quien no le interesó ocuparse de aquel asunto y, de manera muy astuta, obligó a la ciudad de las sombras a seguir recibiendo presos, después de todo, no podía expulsarlos de un territorio que no era suyo, pero si podía seguir ordenándoles porque la penitenciaría seguía siendo propiedad de Era y ellos seguían siendo delincuentes. 

Para la sorpresa de la mayoría, los rebeldes aceptaron hacer el trabajo sucio de "Su majestad". 

 —¿Qué estás haciendo?

Monde se hizo escuchar, importándole muy poco que el representante de los Oscuros aún no saliera de la oficina. 

—¡Augus, te estoy hablando! —gritó el joven soldado a su mejor amigo. 

El gobernador levantó su mirada heterocromática antes puesta sobre el papel que contenía una redacción bastante mal hecho  del acuerdo para mirar a su amigo. 

—No me llames así.

—¡Te estoy hablando en serio!

—Yo también —insistió Augus. 

—¿No crees que es una estupidez estarles entregando gente en bandeja para que sigan con sus destructivos planes? ¡¿Qué mierda pasa por su cabeza, señor gobernador?! —dijo llamándolo de manera sarcástica mientras estiraba su mano en dirección a la puerta por la que el representante de los Oscuros acababa de salir, no obstante, su mirada indignada no se apartó de Augus.

—¿Y qué hay de malo en que un hombre quiera construir su casa? 

—Cuando vengan a TU propia casa para cortarte el pescuezo no vas a seguir creyendo lo mismo.

—Monde... —El gobernador fingió mucha seriedad, pero Monde sabía que el mocoso ese seguía sin tomarle el peso al asunto. —Creo que estás exagerando. Yo quiero que ellos también tengan una vida digna, pues siguen siendo personas después de todo y, si quieren seguir haciendo destroces, bueno, que lo hagan allá y no en mi ciudad, no con mi gente. —Dejó el papel sobre el escritorio con cuidado y enseguida cruzó sus brazos y llevó una mano al mentón. —Tengo la teoría de que terminarán haciéndose pedazos entre ellos, pero no quiero estar para verlo. Por otro lado... Te tengo a ti —dejó caer sus manos a los costados, sonriendo con total quietud e incluso algo de picardía.