Tengo que lamer mis heridas.

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Mi boca está entumecida, aún así soy capaz de saborear el sabor de mi sangre.
Me incorporo con mucha dificultad apoyando un codo sobre la cama en donde me encuentro. No sé como llegué aquí, lo poco que recuerdo antes de desmayarme son los fogonazos de una batalla.
Una gran batalla.

Toda la información me llega de golpe, sólo pude llegar a una conclusión, yo debería de estar muerto. Sin duda alguna, debería de estar muerto.

Trato de averiguar en donde estoy, pero nada del entorno me resulta familiar.
Me levanto con dificultad solo para caer de cara al piso, "Deberían ver al hijo de Samael ahora", pienso con amargura.
Escucho al pomo de la puerta moverse, regreso a la cama lo más rápido posible, si la persona que trataba de entrar no era del todo amigable no me convenía el que me encontrara tirado en el piso a su merced.

El pomo gira para que la persona entre a la habitación.
Era Orihime.

-No me trates de engañar- me dijo- se que ya estás despierto.

-¿Tu me trajiste?

-De nada.

-No, no me mal entiendas.- le digo- en serio te lo agradezco.

-No te alegres tanto, me conviene mantenerte con vida, hasta ahora, eres la única persona que me puede dar las respuestas que busco.

Me di cuenta que estaba bastante jodido, tenía que dar muchas respuestas, las cuales no estaba seguro de saber del todo.

-Así que.- prosiguió- Tienes que responder todas las preguntas que tengo, y espero que tus respuestas sean convincentes, no me cuesta nada llamar a la policía y acusarte de la muerte de mi padre.

Un escalofrío recorrió mi espalda, el padre de Orihime no lo había logrado.
Lo menos que podía hacer era responder sus preguntas, o bueno, algunas.

-Seguro, te daré las respuestas que buscas- le dije.- Pero, tienes que saber que no te podré dar todas, incluso yo tengo preguntas aún.

-Si por un instante siento que me estás ocultando algo, te hundiré.

-No te preocupes, no te mentiré.

En ese momento me odié a mi mismo, pues muy en el fondo sabia que era una promesa que no podría cumplir del todo.

-Empecemos entonces, ¿Qué eres?.

-Eso es obvio, soy tu amigo.

-¡Te advertí sobre las mentiras!- me dijo mientras tomaba su teléfono.

-No, espera- le dije mientras le daba vueltas en mi cabeza a la respuesta.- Soy un demonio, bueno, en parte.

-No me mientas.

-Te juro que no lo hago.- le contesté- Creo que no me queda de otra.

No vi otra solución, así que tomé mi forma demoniaca. Esperando que fuera capaz de escuchar mis explicaciones, si antes no le da un infarto, claro.
En ese momento dio un salto hacía atrás, tirando algunas cosas de la mesa más cercana.

-Por favor tranquilízate. -Le dije.

-¡Aléjate de mí! - dijo mientras tomaba un bisturí.

-Vamos Hime, si no mal recuerdo viste la pelea, no debería de sorprenderte tanto.

Si, ese soy yo, un completo idiota.
¿Como podía pedirle que no se sorprendiera si a mi me costó tanto comprenderlo?
Volví a mi forma humana, estaba seguro que 10 minutos más y le daba un infarto.

-Te explicaré todo, lo prometo.

-Pues más te vale iniciar ya, se nota que es una historia larga.- Me contestó.

El Heredero de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora