Capítulo 4.

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Diamantes oscuros.
Capítulo 4.
Me sentía tan cansada. Matt había hecho de las suyas, y yo sabía que tendría consecuencias fuertes tras otro rollo salvaje. A veces no entendía por qué me costaba entender las razones por las que debía ser más inteligente y alejarme de esta clase de tipos. 
Estaba acostada en casa, y el timbre sonó cinco veces.
-¡Ya voy!- gruñí. Odiaba fervientemente cuando la gente era desesperada. Giré el seguro y abrí- ¿Cuál es tu problema, Becca?- La miré, esperando a que pasara y me diera una respuesta.
-Te marqué unas seis mil veces anoche. ¿En dónde estabas?- preguntó molesta. 
Ya sabía a dónde se dirigía.
No quería responder.
Mi cuello me estaba picando.

-Estaba, uhm, no sé, por ahí.- dije rascando mi cuello con precisión. 
-¡Estabas con Matt!- masculló furiosa- te dije, Luna. Matt sólo va a jugar contigo.
Negué rápidamente- No tienes idea de nada, no soy tan descuidada para dejarlo entrar en mí como siempre ha intentado.
-¡Una mierda que no eres descuidada!- negó con la cabeza- Debes dejar de hacerte esto, ¿de acuerdo?- inquirió con una mirada que me hacía querer correr.
-Bien- asentí-. Le dije que era la última vez, de cualquier manera.- me encogí de hombros.
-Eso espero- se sentó en el sofá desgastado de mi sala.
-¿Quieres algo de tomar?- pregunté, intentando salir del momento incómodo en el que mi vida sexual era expuesta, y evidentemente no aprobada.
-Diablos, Luna. Deja esa mierda ya. Estoy en tu casa, ¿cuándo me has ofrecido algo de tomar? Te conozco desde hace años, no seas ridícula-- se rio y supe que el mal momento había terminado.
-De acuerdo- asentí y de igual manera fui a la cocina por dos cervezas-. Toma.- le ofrecí y ella la aceptó gustosa. 
-Estoy preocupada.
-¿Por qué?- pregunté al ver con cuánta facilidad destapaba su botella fría de cerveza.
-Porque las vacaciones duran tan poco, y mis padres no tienen manera de conseguir el dinero para la reinscripción. 
Oh.
-¿Cuándo es?- pregunté terminando de destapar la mía y dándole un amargo trago.
-Me parece que la fecha límite es pasado mañana.- masculló e intenté animarla.
-Vas a estar bien, la inscripción es cualquier cosa. Imagínate cuando tengamos esos trabajos irreales en los que ganemos millones.- Sonreí ante la idea de salir de esta vida.
-Eso que sí, Luna.- asintió un poco.
-Así será. No creo que todo el esfuerzo que hemos hecho todos estos años, se vaya a la basura por falta de dinero. 

Yo sabía en el fondo que sin dinero, esto se iría a la mierda. Pero necesitaba animar a Becca. Ella era una gran estudiante y lo último que necesitaba era que todo lo que había hecho por llegar a donde estaba se fuera a la basura.

-Tienes razón, iré a pedirle prestado a mi tío Jadre.- musitó con mejor ánimo.
-De acuerdo, te veo entonces. Llámame, no quiero estar aquí sola.- pedí y ella me abrazó.
-Sabía que me subirías el ánimo, Luna. Este ciclo será increíble, espero que consigamos algún papel o alguna pasarela.- Gritó divertida.
-Así será.- sonreí y la abracé.


Mi casa estaba tan aburrida que en unos minutos, conseguí ganar sueño. El ruido proveniente de las ajetreadas calles de New York pegaba en mis ya acostumbrados oídos. A pesar de todo eso, podía centrarme en mi esperado sueño. Sentía mis ojos pesados y me imaginé que era por la falta de sueño de la que había sido víctima. Los parpados se caían tras mis pestañas y cerré los ojos unos segundos. 
La historia que contaban mis sueños era la de una joven que había perdido todo. Sus padres habían muerto en un accidente en horas de labor. Se sentía sola y nada en el mundo podría devolverle aquello que había sido arrebatado de su vida. El deceso de aquellas personas que le habían dado la vida… ya no quedaba nada. Ella miraba con desasosiego a su alrededor, esperando por un poco de paz. No veía luz, todo se veía entre sombras, pero ninguna era clara. 
Un fuerte sonido me hizo volver a la realidad. Abrí mis ojos de par en par y asustada tallé la parte final de mi ojo y me dirigí hasta donde venía el ruido. 
¿Quién diablos podría ser? Miré el reloj colocado sobre el televisor de la sala. Sólo había pasado una hora desde que Becca se había ido. 
Quité el seguro y abrí. 
-Hola.- saludó. Yo me quedé pasmada.
-Ho…la- saludé a duras penas-. ¿Cómo…- iba a preguntar cuando él me interrumpió.
-¿Puedo pasar?- preguntó y supe que ese acento no podría ser americano, absolutamente no.
-Adelante.- le hice una seña con la mano derecha para que pasara, mientras yo me absorbía en nervios y confusión. ¿Cómo en el infierno había dado conmigo?
-Linda casa.- murmuró mirando a su alrededor. Yo asentí en agradecimiento, y era obvio; mi casa era un desastre.
-¿Podrías decirme cómo entraste?- pregunté aún desconcertada.
-Tú… me dejaste.- afirmó y yo me golpeé mentalmente por no saber entablar buenas preguntas.
-Sí, lo sé. Mi pregunta la cambiaré a: ¿Cómo diste conmigo?- el rio cortamente y el sonido fue perturbadoramente sexy que me hirvió la sangre.
-Mi respuesta será la misma que la de ayer.
-No puedes venir a casas ajenas y no dar una explicación.- negué rápidamente. ¿Podía confiar en un extraño?
-No puedes besar a extraños, y sin embargo, lo has estado haciendo.- se encogió lentamente de hombros con desdén y yo declaré mi muerte.
Estaba sonrojada.
Estaba hirviendo.
Esto no podría ser bueno.
-¡¿Cómo te atreves?!- me acerqué hasta el frío sillón donde se había sentado.
-Tranquilízate- inquirió-, no estoy burlándome.
-Y un infierno que no lo estás haciendo. ¿Qué necesitas?- pregunté intentando no parecer perturbada por el hombre de gran estatura, cuerpo perfecto, acento sexy y un montón de cosas buenas.
-Quería verte.- dijo simplemente.
-Y…- miré a hacia otra dirección-, ¿cómo me encontraste?
-Tengo contactos- chasqueó-. Eso no importa. Te dije que lo haría, ¿no es así?- la pregunta me topó dura, haciendo que volviera la vista a él, pero era tan fuerte que me costaba trabajo mantener contacto visual y seguir fingiendo que no estaba afectada.
Asentí. Notando claramente que su acento tan perfecto era nada más y nada menos que inglés- Pero, yo no te di información.
-¿Eso importa, Luna?- preguntó y levantándose dio un paso hacia mí. Yo automáticamente me deslicé hacia atrás.- ¿Estás bien?
No.

-Sí, ¿por qué no habría de estarlo?
-Estás moviéndote como si yo fuera a hacerte algo.- siseó y yo contuve la respiración.
-¿Vas a hacerme algo?- pregunté antes de que pudiera detenerme a pensar en ello.
-¿Quieres que te haga algo?
Dios mío.
-No.
-Entonces no te haré nada.- dijo con desdén y antipatía. 
-¿Qué necesitas de mí?- pregunté mientras veía cómo se acercaba a mí.
-No necesito nada que tú no quieras darme.
-Este jueguito de palabras me tiene cansada, sinceramente. ¿Tienes algo mejor?- me burlé. Este tipo sabía que yo estaba siendo atrapada.
-Sí, tengo algo mejor.
-¿Entonces…?

Apenas terminé la pregunta, cuando su brazo me jaló fuertemente hacia él y mi cuerpo chocó contra el suyo. Instantáneamente intenté zafarme de su agarre, pero era inútil competir contra su fuerza. Tocó mi mandíbula y tras una sonrisa llena de egocentrismo y orgullo, chupó mi labio inferior, abriéndose paso en mi boca. Intenté respirar, pero lo único que inhalaba era su aroma varonil y de alguna cara loción, era realmente inútil intentar competir contra eso.
Sentía toda la tensión de su mano en mi brazo y sólo recuerdo el momento en el que cerré los ojos con felicidad de ser parte del juego. Su lengua pedía acceso y no dudé en dejarlo pasar. Guerra de ellas se formó y estaba a punto de perder la cordura, cuando él se separó de mí.
-¿Es mejor que seguir hablando de aquellas estupideces?
Asentí y mis mejillas ardían.
-Luna, vine aquí, porque no puedo dejar de pensar en cómo besarte y tocarte. 
Abrí los ojos de par en par, mientras mi respiración intentaba calmarse.
-¿Có…mo?- pregunté.
-Así, simplemente. No estoy buscando una relación, te lo dejo en claro. Estoy buscando diversión, y sé que puedes dármela. 
¡¿Qué?!
Mi alarma anti hombres-desconocidos-intratables-poco fiables se encendió. 
-Vete de este lugar.- negué antes de acercarme y cometer el error de darle una bofetada.
-¿Qué?- preguntó sin entender mi pregunta- No estoy pidiéndote matrimonio, no te pongas así.
-¡Ni siquiera sé tu nombre!- mascullé molesta por su arrebato.
-No necesitas saberlo, realmente.- contestó firme, como si fuera una tontería lo que yo pedía.
-Para mí no lo es.
-¿Estás segura de que no quieres esto?
-No.
-¿No estás segura?- sonrió maliciosamente.
-Vete al infierno.
-Nos vamos juntos. ¿Ahora?- contestó y mi sangre hervía.
-¿Quién demonios crees tú que eres? 
-Casi te digo mi nombre, evitaré ser tan descuidado la próxima.
-¡No habrá próxima!- grité furiosa. Quería sacarlo a patadas y luego jalarlo y besarlo hasta quedarme sin conocimiento.
-Eso ya lo veremos.- Sonrió y se dirigió a la puerta.
¿Debía decirle que esperara?
¿Debía esperar a que se fuera para llamar a la policía?
¿Debía aceptar ser su… nada?
No, no, no.
-Nos vemos- se despidió y salió de casa.
Cerré la puerta sin notar su camino y lentamente volví hasta mi viejo sillón.
¿En qué coño estaba a punto de meterme?

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