Los médicos del terror

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Dondequiera que el arte de la medicina es amado, también hay un amor a la humanidad.
Hipócrates.


 —¡Mi amor! hay que pagar la hipoteca y el colegio de los niños —me expresó mi esposa mientras me miraba con desdén e indiferencia. En eso salí de casa con una taza de café en mano, la cual me ensució la bata blanca que llevo sobre el maletín. «Muchas cosas han pasado por mi cabeza para solucionar todos estos problemas económicos que me carcomen la cordura». Llego al hospital un poco incomodo y tengo cirugía en la tercera planta, por lo que llamo a mi dos internos para que vayan preparando al paciente, donde realizaremos una cirugía de fractura de cadera.

 Es una fractura intertrocantérea, usaremos una placa de metal y tornillos de compresión especiales para poder sujetar el área por debajo del cuello del fémur.

 —¿Qué pasó con el monitor que se apagó? —pregunto incomodo.

 —Se ha ido la energía eléctrica y la planta no responde —me dijo la Dra. Pérez mientras nos quedábamos inmóviles para no causar daños irreversibles.

 —Por lo que veo tendremos que implantar un tornillo a ciegas, y correr el riesgo —expresé, ya que la energía eléctrica tardó unos veinte minutos en volver.

 Luego de una hora y media de procedimiento quirúrgico salimos de la sala y me regresaron las preocupaciones económicas. La enfermera me dijo que mi mujer está en la línea dos esperando respuestas sobre algo que hablamos esta mañana.

 —Cariño las tarjetas de créditos no funcionan y a los niños no lo dejaron entrar al colegio.

 —Ya resolveré todo eso. Dame tiempo.... ¡por favor!

 —Date prisa que estoy pensando en volver a casa de mis padres —dijo entre lágrimas por la alta voz.

 No logro encontrar las respuestas a tantos problemas, pero un amigo, el Dr. Tejada me plantío un asunto que creo puede tener viabilidad. En el Hospital Docente Dr. Arturo Grullón, hay un paciente haitiano, que lleva seis meses en coma y nadie responde por él. El Dr. Tejada y la Dra. Ramos me plantearon el buscar a unos de sus compatriotas para que finja ser su pariente y firme una orden para que sea desconectado de los aparatos y sus órganos sean viables para ser trasplantados. «Nunca pensé llegar a este punto, pero el sueldo de médico es deprimente y no me alcanza para nada. Además de tener que lidiar con la manutención y crianza de mis tres hijos, mi esposa y mis padres. Espero no arder en el infierno y que esto no me desestabilice más adelante».

 —Nos juntaremos en miércoles a las siete de la mañana —nos dijo el Dr. Ángel Tejada, tras presentarnos la orden firmada por la junta directiva para desconectar al paciente.

 —Debemos de reducir los riesgos al máximo, esta es la lista de las clínicas a las cuales les venderemos los órganos —pronunció la Dra. Amanda Ramos mientras puso sobre la mesa el archivo con los órganos que venderemos.

 —Pero... ¿todo esto es legal? —pregunté al ver nombres de Administradores de algunas clínicas de prestigio.

 —Todo es legal, y la cantidad de dinero que ganaremos es increíble. Además en la página cuatro pueden notar que solo por el corazón cada uno obtendrá $75,000.00 pesos. Así que preparen todo el camino para que las cosas estén cuanto antes —volvió a indicar la Dra. Amanda Ramos.

 —En la cirugía, yo me encargaré de hacer que los órganos vayan a sus respectivos destinos —articuló el Dr. Díaz.

 —Procuren hablar del procedimiento con los doctores encargados únicamente para evitar disminuir las ganancias —expresaba el Dr. Tejada en la reunión.

 Luego de aquella charla donde estábamos unos ocho médicos, me dirijo a mi casa y paso por una iglesia para encomendarme a Dios, y así pueda perdonar todas estas atrocidades que cometeremos. Esto no lo hablaré con mi esposa, pero desde que llegué a casa con el adelanto de $30,000.00 pesos que nos dio el Dr. Contreras, administrador de la Plaza de la Salud, pude retomar las cosas y salir de unas cuantas deudas. Ahora mi esposa volvió hacer cariñosa y mis hijos pudieron regresar al colegio.

 Ha llegado el día y todos nos preparamos para realizar el procedimiento de la desgracia. «Espero y la vida no nos la cobre más adelante. Mis intereses están primero, pero como vivir con el remordimiento si llego a sentirlo, al saber que le quitamos la vida a un joven de veinte y tres años, solo porque nadie responde por él». Las clínicas son tres de Santo Domingo, dos de Santiago y una de San Francisco de Macorís las que compraron los órganos. No cabe duda que los médicos somos más sanguinarios que los carniceros. Y que una persona cuando sus intereses están en juego, es capaz de venderle el alma al mismísimo diablo contar de no caer en la miseria. Como siempre el secreto se queda guardado entre estas paredes y en las memorias de nosotros los médicos. Nos encargaremos de hacer que parezca lo más normal posible y que nadie nunca sospeche sobre la realidad que hay en el fondo.

 —Ya he extirpado el corazón, que será llevado a la segunda planta. Favor apresurarse —indicó la cirujana cardiotorácica mientras se quitaba la bata azul y la echó al zafacón para proceder con el trasplante del hijo del la Constructora AGELL. Personalmente luego de haber terminado todo me encargué de que la cremación del cadáver para no dejar rastros y no caer en las manos de la justicia que podemos comprar, y evitarnos reclamaciones de parientes en el futuro. Hicimos que el supuesto familiar firmara una cláusula con el objetivo de que luego de todo, el cuerpo fuese cremado.

 Han pasado ya cinco meses desde que hicimos todo aquello, y ahora vivimos en una nueva casa y podemos costearnos otros lujos. Viajamos a Inglaterra, y el mismo grupo está pensando en contactarse con unos raptores para que traiga a unos haitianos la próxima semana y así podamos traficar sus órganos a países de las Antillas. Me contaron que una vez armaron un motín en una de las cárceles del país, donde hicieron pasar por muerto a cuatros reclusos, a los cuales le extrajeron sus órganos y lo vendieron a dos clínicas y a un hospital. Las ganancias fueron cuantiosas y los riesgos muy mínimos, sobre todo porque la población dominicana no tiene educación sobre los trasplante de órganos y cuando le entregan a sus familiares, están más pendiente en el dolor que en observar lo que le salta a la vista.


Inspirado en hechos reales, cualquiera parecido con la realidad de un acontecimiento es pura casualidad.

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