Tema 2: Adrián.

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— ¿Cómo no querías que lo matara después de todo lo que me hizo?

— No te creí capaz de algo así

— ¿Y por qué no?

— ¡Porque eres prácticamente una niña!

— ¡Por favor! Tengo 16 años ¿una niña? ¿en serio?

— Tienes que entender que no es algo fácil de asimilar. Además, que no entiendo qué fue lo que te hizo.

— Creo que me expresé mal. Fue todo lo que no hizo. Yo era la única en su vida y no pudo mantenerlo así, todo su dinero se iba en esa horrenda mujer, era obvio que nunca la iba a dejar, sólo hice lo que debía hacer para defenderlo...

— Pero ¿¡matarlo!?

— ¡Ay por favor!, no me vengas a decir que no harías lo mismo.

— ¡Por supuesto que no!

— Pues qué pena me da que no seas capaz de defender lo que amas, a como dé lugar, creí que éramos parecidas, que entenderías... ¡Qué más da! Me quedo protegida económicamente con todo y que terminé en la correccional, no me iría nada mal.

— ¿Y tú crees que Penélope no haga nad...

— ¡ELLA NO TIENE NINGÚN DERECHO SOBRE LA HERENCIA DE MI PADRE! ¡Todo eso debió de ser mío y ahora lo es!

— ¿En verdad mataste a tu padre para defenderlo? ¿Estás segura que no querías únicamente la herencia?

— No del todo, eso fue un afortunado accidente. No tenía idea que la herencia de papá no había sido... actualizada.

— Está bien, te creo — la confundida mujer se levantó de su asiento y miró al guardia.

— Señorita, llegó el abogado.

— Por favor, dígale que fue un error, está vez no será requerido.

— ¿Perdón? — contestó el abogado mientras cruzaba la puerta

— Disculpe, pero mi sobrina debe de estar aquí. Le pagaré sus honorarios por haber venido, pero no lo necesitaremos. Perdón por hacerle perder su tiempo.

Ella se quedó sentada esperando a su celadora, sin ninguna muestra de arrepentimiento o tristeza por el asesinato de su padre.

Atravesaron la puerta. La niña se levantó. Le colocaron las esposas, dieron una media vuelta, al mismo tiempo que los labios de la joven se apretaban y uno de los extremos se elevaba, marcando un gesto de placer... de victoria.


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