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Es increíble

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Es increíble. Todavía puedo sentir el golpe de adrenalina. Hay sudor en mi frente, y no dejo de reír con emoción. Considero que esta es la mejor y más descabellada travesura en lo que llevo de vida.

—¡Suban, rápido! —indica Evonim, en cuanto Linetta y yo nos acercamos a la limusina.

Al subir, caigo en cuenta de que soy capaz de desvanecer la metamorfosis con tan solo un resoplido, y sí que tengo suerte de poder hacerlo a voluntad, una vez logrado el objetivo y lejos del riesgo de ser descubierto. Según Linetta, el reloj es un aliado en cuanto a la transformación simple. En otras palabras, no hay límite de tiempo para que la magia me permita ser quien quiero ser.

—Cean, ¿Cómo te sientes? —pregunta la pelinegra, al mismo tiempo que, de su bolso, saca una botella con agua.

—¡Esto es una locura! —le arrebato la misma y doy un sorbo—. No puedo creerlo. ¡En verdad lo hice!

—Vaya —añade Evonim—. Presiento que será una noche emocionante para ti, Cean.

—Rara vez salgo a divertirme —confieso, sonriéndole a este chico lindo que, por lo visto, me hace romper algunos límites.

—Ya era hora. —Evonim me mira con ternura, desde el asiento que está al lado—. Te lo mereces.

—Chicos —dice Linetta mirando hacia atrás—. No quisiera arruinar este momento, pero temo que tenemos compañía.

—Oh, no... —murmuro—. Son los autos de la prensa, y vienen también los encargados de la seguridad del palacio. —digo, y entro en pánico, todo en menos de un segundo.

—¡Acelera, Evonim! ¡Acelera! —Linetta, desde el asiento trasero, también pierde la calma.

El príncipe de Ésmerg aumenta la velocidad.

—¡Pensé que no nos seguirían! —deduzco gritando acerca del plan.

—Cean, boicoteaste tu propia coronación.

—Pero fue idea tuya —culpo a la pelinegra—. Es decir, fue tu plan.

—Por supuesto —replica—. Al que tú accediste sin rechistar.

—¡¿Yo accedí?! —Elevo la voz, indignado—. Fuiste tú quien entró a mi habitación y me dio el poder de la metamorfosis.

—Ese poder siempre ha estado en ti —asegura Linetta en tono firme—. Solo no lo habías despertado. Además, yo te di indicaciones. Tú las seguiste, y aquí estamos, Príncipe Morpho.

—¿Ahora me responsabilizas por tus ideas? Qué fácil, ¿no? —despotrico.

—¡¿Quieren callarse?! —vocifera Evonim, asustándonos—. No sé si lo sepan, pero intento conducir. La prensa está a nada de alcanzarnos.

Linetta resopla y guarda silencio. Yo le pido disculpas a Evonim. Quizá no hubo un plan perfecto después de todo.

—Ok, no te preocupes, Cean —dice Evonim en tono comprensivo—. Si me lo permites, pondré a ABBA en la radio. Ya sabes. Necesitaré de la mejor adrenalina en medio de esta persecución. —Sonríe de lado—. ¿No crees?

Lo observo con detenimiento mientras conduce. Este chico tan lindo me contagia de su optimismo, y ni qué decir de esa forma que tiene de manejar los conflictos. Sin duda, Evonim Joulston sabe lo que hace.

—¡Están alcanzándonos! —advierte Linetta con voz estridente.

Evonim acelera lo suficiente para perderlos de vista, pero, por desgracia, la limusina gira con brusquedad, tras atravesar una curva pronunciada.

Cierro mis ojos, en un intento tan inútil para escapar de lo que sucede. Todo está a punto de irse abajo, y lo digo literalmente, pues el vehículo en el que viajo —junto a Linetta y Evonim—, ha destrozado una valla de seguridad al salirse de la carretera. Nos espera un precipicio.

Nada se compara a la sensación de estar cayendo, y de sentir como una vida impuesta a punta de protocolos, podría escaparse de entre mis dedos. Así, sin que pueda hacer nada para cambiar el resultado.

—¡Solo quiero ser libre! —Es mi deseo más sincero el que se manifiesta a través de mi garganta.

Todo resplandece. Parece como las luces de mil cámaras apuntasen a este instante de mi vida. Es un punto inquebrantable que acaba de romperse, o mejor dicho, que yo mismo acabo de romper.

De pronto, mi vista se aclara. El viento y la luz de la luna contribuyen a que yo escape del estado shock en el que me encontraba hace tan solo unos segundos. Soy consciente de que mi mano derecha sostiene a Evonim, mientras que Linetta se aferra a mi izquierda.

El príncipe de Ésmerg y yo conectamos con la mirada. Porque su vida, está literalmente en mis manos.

—Mírate, Cean —dice mientras se le escapa una lágrima rebosante de alegría, mas no entiendo el porqué. Apenas me conoce.

—¿Qué sucede? —murmuro, mientras a mis espaldas percibo un sonido repetitivo que, de manera más discreta, confronta al viento que ya sopla.

—Solo desprenden sus alas, aquellos que de corazón desean ser libres —comenta Linetta con la mirada perdida en mí.

Giro un poco el cuello. Alcanzo a ver dos alas con hermosos detalles en blanco y negro.

—Esto... —Alcanzo a decir, en el mismo segundo que una de las alas se desintegra, dejando un rastro brillante.

Todos caemos. El peligro del momento nos roba hasta la capacidad poder de gritar por inercia.

—Es mi turno —Una determinada Linetta extiende su mano y absorbe para sí misma el rastro de fulgor que dejó mi ala izquierda. De inmediato, la derecha también se desvanece.

En esta ocasión, Evonim y yo gritamos. Aferrándonos el uno al otro. Nuestro abrazo, sin duda es una absurda mezcla de calidez y pánico. De esas que no suelen verse todos los días.

En un abrir y cerrar de ojos, estamos dentro de la limusina que hasta hace unos segundos también caía con nosotros. La diferencia es que ahora flota, como si las leyes de la gravedad no importasen en lo absoluto.

—Chicos. —Linetta nos dirige la palabra—. Bienvenidos al que será su primer recorrido en este vehículo, híbrido entre una limusina y un par de alas de mariposa.

—¿Qué acabas de decir? —cuestiono anonadado.

—Míralo por ti mismo —sugiere la pelinegra.

Me asomo. Evonim decide hacerme segunda en toda esta locura.

—Es asombroso —opina él, fascinado, mientras el brillo de sus ojos verdes se intensifica.

—Sí que lo es —sonrío, y con suavidad rozo un ala del vehículo. La textura es idéntica a el ala de lo que comúnmente, se conoce como mariposa. Es bellísima.

Ahora mismo, entiendo que la belleza de todo lo que me rodea, puede encontrarse en cosas simples. Así como en un gesto o la dulce mirada de alguien, incluso también se halla en un instante colmado de magia, o, por el contrario, de realidad.

El pensar de este modo, provoca en mí una experiencia única, que me lleva a asimilar mi presente, sin preocuparme por lo demás. Simplemente siento, sin verme impuesto por un protocolo o las decisiones de otros. ¿Será esta la clave para ser tan feliz como deseo ser? Me toca descubrirlo, ojalá sin pensar en el mañana.

—¿Cómo te sientes, Cean? —pregunta Evonim. Yo alcanzo a ruborizarme cuando él acaricia mi barbilla.

Suspiro, mientras contemplo —una vez más— el milagro de las alas de mariposa que han salvado la noche, y sin más, sonrío.

—Libre —le respondo, confiado en lo que sea que esté por venir.

El Príncipe MorphoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora