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Deseaba poder sentir paz y tranquilidad al pensarlo y tener gratos deseos por él y su pareja de la que tanto presumía y simplemente no podía. Se le revolvía el estómago. Y daban ganas de ir a buscarlo. La culpa era cada vez más constante al igual que la rabia y la absurda envidia por ser el único feliz aquí y no Azucena. Se supone que sería al revés.

Tuvo que llegar el día que Azucena lo enfrentara, no cara a cara desde lejos escondida en no de los pasillos de su cafetería favorita. Junto a él se encontraba una mujer con gracia. Lo arduo no fue el empecinado dolor que se empeñaba a crecer en el cuerpo de Azucena si no lo que el destino le ofreció a él durante el intento de olvidarse para siempre de Azucena.

Dicen por ahí, que al no poder resolver algo o a alguien, sales en busca de lo que más se le parezca. Puede que esto cause risa y no sería nada de doloroso disfrutar de andar con el ego hasta las nubes por ser inolvidables. Azucena no. Aquello le partió el corazón que muchos decían que no tenía. Fue una traición de la que nunca obtendría un perdón o una explicación.

Todo lo que le pertenecía a Azucena ese hombre tuvo el descaro de compartírselo a ella. Hablarle como si fuera Azucena, besarla como si fuera Azucena tocarla, pensarla, tratarla como si Azucena viviera en el cuerpo de esa pobre mujer que no tenía ni la más remota idea que estaba ocupando un espacio que jamás llenaría, ni con los años.

Que pereza que se acuerden de ti en tanto dicen amar a alguien más.

-Ya verás cómo regresas-dijo para ella en voz baja.

El destino pudo no querer regresárselo, pero por lo menos le dio el placer de verlo ahogado en su propia farsa que constantemente presumía con orgullo y algo de insolencia para los que sufrían por amor.

Ilusamente él le llamaba felicidad.

Claro que no todo se puede obtener en esta vida, pues a lo largo de ella pierdes las cosas más anheladas tal y como lo dijo Agustina. Azucena lo perdió a él y él perdió a Azucena. Fue mutuo. Idéntico al amor que se tuvieron todo el tiempo, sólo que uno lo negó como mecanismo de defensa y el otro quiso encontrarlo en otra cara.

Sí. Azucena también perdió al amor de su vida paulatinamente, se negaba a hablar de él y hablaba mal de todo hombre que salía con ella.

Si tus caricias deben ser mías, de nadie más

Y aunque te amo con locura, ya no vuelvas

Paloma negra eres la reja de un penar

Quiero ser libre, vivir mi vida con quien me quiera

Dios dame fuerzas, me estoy muriendo por irlo a buscar.

Dios dale fuerzas que está muriendo por irlo a buscar.


Paloma NegraWhere stories live. Discover now