Enero.

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Y entonces, se giró, se giró recordando cada uno de los insultos que le había dicho, recordando todas las veces que por su culpa se había hecho polvo los nudillos.
Se dirigió hacia ella temblando de nervios, o quizás de toda la furia reprimida aquellos años.
Y entonces, se dejó ir.
Para Yun todo pasó muy rápido, ahí estaba, haciendo lo que nadie pensó que ella hiciera. Descargando su rabia contenida en la cara de esa chica.
La chica que un día lo fue todo para ella, y la misma que la empujó al precipicio.
Dos golpes fueron suficientes para que la chica tocara el suelo. El primero, directo a la nariz, el segundo, debajo de la barbilla.
—¡Nunca más te atrevas a decir que soy débil! ¡Nunca! —pronunció finalmente Yun, mirando a la que yacía en el suelo.
Y antes de que la gente corriera hacia ellas en auxilio, Yun ya se había ido.
Ya que a pesar de todo, los recuerdos estaban clavados en su mente, y esclava de ellos, las lágrimas amenazaban con salir. Y ella nunca lloraba en público.

—Yun, ¿estás bien?

YunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora