I.Allemande

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Desde el rocío que la en la anterior noche había bañado las flores hasta la niebla dulce que danzaba en los campos de ese extenso lugar me hacia pensar en ésto como una promesa de reencuentro y no como la resignación a una hastía despedida.

Escuché un sollozo ahogado a mis espaldas y la aguda voz que lo siguió me hizo temblar de sorpresa, habían pasado solo 30 segundos de un terso silencio que me había parecido durar horas y de un momento a otro, un escalofrío de nostalgia acunó mi pecho.

- Vernon, es hora de cerrarlo...- dijo esa voz, áspera pero aún dulce -...Por favor.

Miré sus labios dañados por el frío que los acariciaba y recordé esos a los que se asemejaban, pero que jamás serían.

Porque incluso cada cicatriz mía había sido marcada por el sello de sus labios y mi piel vibraba al recordar el roce de sus besos contra ella. Mi boca conocía maravillosamente su textura, su sabor y sus movimientos.

No me permitiría olvidarle.

- Necesito que me escuches...- rogó, sin perder esa ternura tan propia de sí.

No concebí formular frase para responder, pero esa única mirada que logré dedicarle pareció bastar para que comprendiera que no tenía intenciones de alejarme de donde me encontraba. Soltó un largo y pesado suspiro que comunicaba su resignación por solapar mi necedad.

Noté como trataba de protegerse del viento de la mañana, abrazándose por sobre la seda negra que vestía y volviendo a paso lento a una de esas duras bancas de madera en la que había permanecido sentada por las últimas 5 horas.

Yo sabía que no era el único que estaba roto, pero estaba hundido en un pozo de egoísmo y miseria que nublaba mi razón más allá de los límites. No me importaban horarios ni morales, lo único que tenía lugar en mi cabeza era que aún estaba viendo la misma piel nívea que lo caracterizaba.

Pero, mientras contemplaba pendiente ese rostro que adoraba, mi corazón latía vehemente por la incipiente agonía que acechaba mi ser. Comenzaba a reparar en los hechos, en que él se había ido y no quedaban más que los vestigios de un amor perfecto cuyo final era más terrorífico de lo que alguna vez pude imaginar y en medio de esa lucha mental conmigo mismo, el ambiente comenzó a oscurecerse lentamente, como si anocheciera.

Todo objeto y persona a nuestro al rededor empezó a desvanecerse, como convirtiéndose en polvo que se esparcía por el aire hasta perderse con la corriente del viento.
Nos encontré solos en un escenario de completa oscuridad y antes de que mi mente lograra maquinar razones de lo que sucedía, un dolor agudo atacó mi abdomen provocándome caer al invisible suelo que me sostenía.

Solté un gemido largo y grave, había sentido como si un objeto afilado y ardiente me hubiera atravesado la piel con extrema rapidez, quemándome, entonces el instinto me hizo llevar mis manos a aquel punto de mi cuerpo y explorar el lugar con mis dedos, así descubriéndome una herida fresca.

Traté de incorporarme, alerta ante cualquier peligro que pudiera acercarse, pero al observar mi alrededor reparé en que incluso la caja de madera en la que su cuerpo descansaba había desaparecido.

Ahora ni siquiera él me acompañaba, me encontraba totalmente solo, tiritando de pánico e ignorando que era lo que sucedía.

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⏰ Última actualización: Jan 21, 2017 ⏰

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