Epilogo.

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–E P I L O G O–

Cabello castaño...

Ojos verdes hipnotizantes...

Labios carmín, suaves, carnosos, deliciosos...

Piel lechosa, suave y tersa...

Cuerpo de diosa, cautivadora...

Y otra vez se desvanece. Ese bello rostro que aparece día tras día, noche tras noche desaparece nuevamente. ¿Acaso es otra jugada de mi corrompida mente? ¿Al menos es real? ¿Ella existe? «Idiota, es tu subconsciente que alega por una necesidad humana» ¡Mierda! Otra vez estoy divagando.

No es para menos. No estoy seguro de cuánto tiempo llevo escapando pero ya me está cobrando factura. ¿Estoy sudando frío?. En la habitación se filtra la luz de la luna por el diminuto espacio que permiten las roídas cortinas. Me levanto y me dirijo al cuartucho que simula ser un baño. Abro el grifo y sólo sale un chorro de agua fría... «perfecto». Hundo mi rostro y posteriormente observo mi reflejo en el pequeño y maltrecho espejo cuadrado: ojeras marcan mis ojos, la barba incipiente y el cabello más largo de lo normal. Ya no me sorprende, ha sido así en los últimos meses y me he resignado. Mi aspecto no mejoraría ni aunque volviera a nacer.

Regresó en busca de mi mochila, saco la última libreta y un lapicero y comienzo a escribir; describo los fugaces detalles que mi subconsciente me permitió recordar.

—¿Buck?— Encuentro a Steve recargado en la pared contigua —¿Estás bien?

Suelto un bufido en respuesta. Tal vez debería controlar mi mal carácter, por lo menos con él. Es lo menos que puedo hacer, al fin y al cabo ha mantenido fe en mi.

—Estoy bien... sólo que no puedo dormir.

—¿Pesadillas?— rodo los ojos mentalmente.

—No son pesadillas, no hoy— mascullo lo último. Se forma un silencio incómodo al tiempo que los dedos del rubio empiezan a tamborilear contra la madera del marco de lo que una vez fue una puerta. —Supongo que son recuerdos...— «O es lo que quiero creer».

—Eso es bueno ¿no?— «¿qué diablos? ¿Ahora tiene complejo de psicólogo?», paso mi mano humana entre el desastre que tengo por cabello tratando de armar un buen argumento en respuesta.

—Es complicado. Por lo general olvido mis sueños, pero en los últimos meses hay fragmentos que permanecen aquí— apunto a mi cabeza y me relamo los labios —, son como destellos, como flashazos de imágenes que se aparecen. Hay algunas que aparecen sólo una vez, hay otras que se repiten continuamente sin una secuencia lógica.

Steve permanece callado, se cruza de brazos y me da un asentamiento de cabeza animándome a proseguir.

—Todo es un caos. Si te soy sincero no distingo entre lo que pudo ser real y lo que implantaron en mi cerebro... soy peligroso Steve. No confío en mi mente.— me silencio por un breve instante debatiéndome si debería contarle o no; tomo dos segundos para observarlo. Steve es honesto y correcto, además de que quizá sea el único ser humano que recuerdo sin tener que quebrarme tanto la cabeza. Confió en él. No podría ser tan maldito para no hacerlo, después de todo lo que él ha hecho por mí. «Pero el moreno es otra cosa». Mi amigo esboza una sonrisa sincera y con ello decido contarle.

»Es por ello que hago esto— señalo el lapicero y la pequeña libreta —, me ayuda a "ordenar" mis pensamientos. Escribo lo que recuerdo y hago anotaciones si éstos son recurrentes... trato de incluir todos los detalles. Quizá con el tiempo logre encontrar una secuencia sin perder la cordura en el intento.

M E M O R I A S   D E   S O K O V I ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora