Despierto en cama, junto a Serena, como todos los días. Me hago el dormido y ella se levanta con cuidado para no despertarme. Espero (hasta que sus pasos abandonen la habitación y atraviesen el pasillo, seguido del cierre de la puerta del baño) para abrir los ojos.
En ese momento me pasa lo mismo que siempre, la claridad que proviene de la ventana me parece excesiva y mis pupilas se retractan. Me desperezo y doy un salto de la cama para aterrizar en el suelo. Me dirijo al pasillo y justo en ese momento sale Serena del baño.
-¡Buenos días Luca!
Se dirige a la cocina para preparar nuestros desayunos. Siempre tan risueña y bondadosa... es así desde nuestro primer día viviendo juntos, tan dulce conmigo... De pronto oigo la tostadora y se me ponen los pelos de punta del susto. Sigo entonces caminando hasta entrar en la cocina.
-Espero que tengas hambre.
En efecto, estaba muerto de hambre. Tantas horas sin comer no podía ser bueno, a pesar de estar durmiendo. Debería de haber una comida a las 3am... eso estaría muy bien. Me acerco al plato y el olor me encandila. Comienzo a comer con rapidez y cuando termino me relamo, una costumbre curiosa mía. Bebo bastante y sin cese. Cuando me quiero dar cuenta Serena ya no está. Apuro a través del pasillo hasta alcanzarla, cual perrito faldero. Observo atentamente cómo recoge todo lo necesario con prisa antes de irse. Nunca entenderé por qué no prepara todo antes de dormirse. Cuando tiene todo preparado sale con la mochila a cuestas dándole botes en los lumbares por la velocidad. A pesar de la prisa me espera en la puerta de la entrada.
-Bueno, nos vemos a mediodía.
Como de costumbre me besa antes de ausentarse de nuestro hogar por más de 6 horas. Sonríe con su precioso rostro pálido y sale de la casa con su pelo negro, largo y ondeante. Me quedo completamente solo, como todos los días comprendidos entre el lunes y el viernes, ambos inclusive. La pregunta es... ¿a dónde irá? Bueno, ¿qué voy a saber yo?
Sólo soy un gato.
