Capítulo 4: Ardor en las heridas y Picor en las cicatrices.

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Las canciones de la primera parte son Let it go y Scars de James Bay, como un plus adicional tambien pueden escuchar Wicked game un cover de James Vincent Mcmorrow.

Capítulo 4: Ardor en las heridas y Picor en las cicatrices.

La música que resonaba a medio volumen en el departamento relajaba a Kenma, podía distinguir los acordes de la guitarra acompañando a la melodiosa voz de James Bay, todo gracias a las pequeñas cornetas que Koemi había conectado a su teléfono móvil desde el momento en el que habían llegado a su hogar. La lluvia había cesado esa noche y ahora sus sentidos estaban embotados por el alcohol y los mimos de Koemi, quien llevaba más de dos horas arreglándole el cabello; Kenma se sentía totalmente dopado y le gustaba esa sensación, porque a pesar de sentirse vacio como un caparazón sin dueño, se sentía ligero, sus emociones no le pesaban. Ya no había miedo ni ansiedad a la deriva de una expectativa.

Era extraño sentirse de esa manera, pero estaba bien, pocas veces lograba llegar a ese punto, ya que solo los fármacos recetados que había dejado de consumir hace unos meses surtían esa clase efectos, pero ahora solo con unas cuantas cervezas y unos pocos cigarrillos los efectos se repetían, lo que en ese momento era gratificante.

Kenma le dio otra calada a su cigarrillo mientras que Koemi le enjuagaba el cabello en el lavadero junto a la cocina. La bolsa misteriosa de la cantante, resulto estar llena latas de cerveza, cigarrillos mentolados y utensilios para el cuidado personal.

Koemi se había tomado en serio lo del cambio de imagen, pues su media melena azabache había desaparecido y ahora lucia como toda una estrella de rock. Kenma observaba con atención como su compañera ahora lucia una cabellera corta y a medio rape, con colores que iban desde un gris mate hasta destellos casi blancos.

Por lo que se decidió sin darle demasiada importancia al asunto. Dejándose guiar por su instinto, Kenma le permitió a la chica cortarle el cabello, pero para su pesar Koemi se había concentrado más en el color y menos en lo corto de su cabellera. Kenma no era tonto, había reparado desde el principio que Koemi solo le había cortado algo de las puntas y le había dado prioridad a los tintes.

—Listo, vamos a secarlo. —aviso Koemi mientras le tomaba por los hombros para guiarle a la silla en medio de la sala.

Kenma se dejo hacer, captando todas las sensaciones mientras le daba otra trago a la lata de cerveza en sus manos, sentía los dedos de Koemi toquetear su cuero cabelludo, el aire caliente del secador erizándole la piel desnuda de los hombros, algunas gotas rezagadas deslizarse en su espalda hasta desaparecer en la cinturilla de sus vaqueros, todo mientras la música se tornaba mas contagiosa a su alrededor.

Kenma como buen observador que era había aprendido varias cosas esa noche, como por ejemplo que Koemi tenía mucho mas aguante al alcohol que él, que en realidad si era buena estilista porque lucia genial aun estando desarreglada, que tenía muy poco pudor al andar medio desnuda frente a él, y que tenía muchos más tatuajes de los que creía.

Koemi había decidió hacer todo aquello referente al cambio de imagen solamente con unos bóxers femeninos y con una especie de top corto que contaba con varias tiras que servían de sujetador; dejando descubierto el tatuaje de rosas en su muslo, otro con un escrito en su costado izquierdo, un tribal que estaba debajo de su pecho y el ultimo que había llegado a contar estaba en su espalda, el cual era un abanico en medio de sus omoplatos.

También con la excusa de no querer manchar la ropa le había obligado a quitarse la camiseta, Kenma no tuvo más remedio que obedecer, sin embargo no se sentía cómodo de esa manera, pero a esas alturas ya no le importaba mucho ese hecho.

—Ya quedo. —aviso Koemi luego de un rato, mientras le sonreía. —Voy por el espejo.

Rápidamente se alejo y al cabo de un minuto regreso con el espejo de tamaño regular que antes había estado colgado en el baño, la vio sonreír orgullosa mientras se colocaba frente a él para devolverle su reflejo.

La Gracia de respirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora