Jorge no nació para vivir en este mundo. Su sueño es vivir dentro de una biblioteca, su simple y llano deseo es solo leer, leer todo el tiempo que le permitan las naturales interrupciones de sus necesidades biológicas. Leer todo y de todo, los libros son su único interés en la vida, pero como decía su abuelo y mentor “la vida Jorgito nunca es lo que esperamos”.
Jorge necesita trabajar para vivir, sus padres murieron a muy temprana edad y Jorge fue criado por su abuelo. En un sórdido departamentito en un conglomerado urbano de clase obrera, Jorge asistió a la escuela primaria y aprendió a leer, los costos de sus estudios fueron absorbidos dificultosamente con la magra jubilación de su abuelo. Pero eso fue todo. Una avanzada enfermedad pulmonar se lo llevó dejando a Jorge solo con un mundo de impuestos, gastos y necesidades.
Con quince años Jorge tuvo que enfrentar la vida con changas, trabajos temporarios y hasta ocasionales robos de comida. Su cara de niño, su cuerpo flaco y desgarbado y sus anteojos de grueso cristal le dieron un aire inocente que lo salvó en más de una oportunidad de las sospechas de una sociedad cada vez más individualista.
En su corta juventud, renunció al orgullo, el honor, el derecho, la justicia y muchas veces a la comida y el sueño, pero hay algo a lo que nunca renunció y es a leer.
Jorge tiene una mente privilegiada y una capacidad de concentración insospechada, lee de todo, libros, cuentos, revistas, diarios abandonados, folletos, todo. Su cerebro capta toda la información y la almacena prolijamente para futuros usos, todo sirve. Una inteligencia singular le permite aprovechar lo aprendido y aplicarlo en su beneficio.
Los años pasan y Jorge ha logrado, solo con sus estudios primarios terminados, un trabajo en una fabrica cercana que le permite sostener mínimamente una vida casi indigna. Jorge lee, lee compulsivamente, todos los meses divide su magro salario por la mitad, una parte va a sostener la vivienda heredada de su abuelo, su alimento, abrigo, y obligaciones sociales, y la otra mitad la gasta en la vieja librería de libros usados del barrio.
Socialmente Jorge no existe, no habla con nadie, no tiene amigos, no saluda a nadie. Todas las emociones en su vida la proporcionan sus libros. Lagrimas, risas, tristeza, felicidad son expresadas en soledad dentro de las cuatro paredes del departamento. Sus libros se apilan como un extraño y colorido revestimiento contra las paredes reduciendo todos los años un poco más la superficie habitable.
En el taller de la fábrica, Jorge realiza mecánicamente su trabajo. Ha logrado tal habilidad y automaticidad en el manejo de las herramientas que ha comenzado a aprovechar el tiempo libre para leer a escondidas en el taller. Lamentablemente su supervisor lo ha descubierto y una severa sanción le ha costado este mes una reducción significativa de su sueldo. Tristemente para Jorge y su magra economía esto significa menos lectura. La situación es intolerable, leer para Jorge es casi una adicción. No esta dispuesto a aceptar más restricciones ni condicionamientos. Una extraña idea empieza a gestarse en su cabeza.
En la única mesa del departamento, un block de notas empieza a llenarse de garabatos. Diseños y fórmulas con tiempo, peso, temperatura, velocidad, aceleración, presión y todo tipo de valores van dando forma a la febril idea de Jorge. Adicionalmente libros de física, mecánica, medicina forense y legales se mezclan en el piso en forma irreverente.
El taller de la fábrica empieza a dar forma a una extraña arma construida fuera del horario habitual de trabajo y de miradas indiscretas.
El presidente electo es un hombre carismático, Su pasado en la política es atípicamente transparente y honrable. Hijo mayor de una acaudalada familia terrateniente, Héctor Jurado es un hombre afortunado. Luego de años en la función publica y sostenido económicamente por los ingresos familiares, nunca tuvo que pedir favores para pagar campañas o publicidad. Si alguna vez, parte de su inmenso capital se desvió para comprar alguna voluntad es algo que nunca se sabrá.