Dices que no tienes encanto.
Miras al suelo, intentas no reirte cuando algo te hace gracia para no llamar la atención. Hablas lo menos posible. Finges estar limpiando tu sudadera cuando no tiene ni una viruta de polvo, y vuelves a mirar al suelo.
Nunca me lo has dicho, pero sé que no te quieres a ti mismo. Dices que no te hace daño que te insulten pero noto que mueves tu pie de un lado a otro cuando me lo afirmas. Siempre. Sonríes quitándole importancia. Tienes clase. Tienes fuerza.
Dices que no tienes encanto, pero ni siquiera cuando intentas sonar mediocremente indiferente logras convencerme. Cuando alejes tus miedos, ya no podrás negarlo.
Dices que no tienes encanto pero no es verdad, no me lo intentes ocultar.