Mi víctima de bromas.

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I.

Llegué del trabajo agotado. Es decir, vender juguetes era tan cansado. Los niños siempre intentaban cogerlos y jugar allí mismo. Pero para jugar, tenían que comprarlos. Aunque esos niños nunca entendían un simple cartelito que decía “No tocar”. Entonces, llegaba yo, con una reluciente y falsa sonrisa, gritándoles «¡Me cago en vuestros padres por teneros, no toquéis!» Soy una persona de lo más amable, lo sé. Me lo suelen decir. Suerte que no me han despedido aun.

Me dejé caer en el sofá, sin ganas de levantarme a buscar el mando de la televisión. Pero un simple ruido de puerta abriéndose, me hizo levantarme y correr hacía la puerta. Me asomé por la mirilla. Oh, mi bello y lindo rulitos. Sonreí mirando a mi bebé pasar por el rellano de nuestro piso. El tercero. Él en sus manos llevaba una chaqueta negra, iba muy arreglado. Así que comencé a sospechar de si habría quedado con alguna de sus guarras. Soy un chico celoso, no más.

Fui a mi cocina, donde de la nevera saque un táper ovalado que contenía una mezcla que hice unos días atrás. Bueno, dos semanas atrás. Consistía en huevos batido con leche, un poco de acondicionador para el pelo, alcohol y mayonesa. Y para darle más consistencia, harina. Era asquerosamente horrible. Pero me servía para joderle a Harry y sus amiguitas-medias-desnudas. Esta era la más típica broma que sufría Harry, además de las de poner mantequilla enfrente de su puerta, tirarle huevos cuando sale a tirar la basura, pararle el ascensor; entre otras.

Salí de mi piso, con la máxima normalidad del mundo. Un táper en la mano y entra otra un cucharon. No me gustaban las amiguitas de mi príncipe. Y a ellas no les gustaba yo, aun sin conocerme. Me doy a odiar desde las sombras. En plan superhéroe. Porque no soy un villano, es decir, cuido lo que es mío.

—Hey, linda —Dijo mi víctima observando con una sonrisa coqueta a una chica rubia.

—Oh, Harry —La muy tonta de sonrojó. ¿Acaso no sabe que Harry la quiere para hacerle tras-tras por delante y detrás?

—¿Vamos? —La tomó de la cintura y la aproximo a él.

Su cabeza se inclinó para besarla, y yo, desde la puerta del edificio observé. No llegaron a besarse. Les tiré el cucharon. Dio de lleno en la cabeza de Harry. Me reí por cómo le dio un cabezazo a la rubia. Él se volteó a mirar a todos los lados, vio el cucharon y frunció el ceño.

—¿Quién mierda tira eso? —Lo señaló— Panda de locos —Maldijo.

—Vayámonos, por favor —Pidió la chica desesperada. Oh, entiendo, ella quiere una cenita romántica con mi bebé.

La cogió de la mano y empezaron a caminar. Yo, como buen detective, me coloqué la capucha de mi sudadera. Además de unas gafas de sol. Cogí el cucharon y lo achuché contra mí. Harry lo había mirado, él sabía que mi cucharon existía. Dios, creo que lloraré de la emoción.

Fui detrás de ellos cual espía. Ellos caminaban mientras hablaban entretenidamente y la mano de Harry pasaba de su espalda baja al culo de la chica rubia, con ese vestidito tan corto de guarra asquerosa mal nacida. Fui más rápido e intenté adelantarme a ellos. Cuando pasé al lado de Harry, no lo voy a negar, lo tomé del brazo y lo jalé hacía mi lado. Él me miró confuso y yo lo miré. ¡Me estaba mirando! ¡A mí! ¡A su acosador!

—Tío, ¿qué haces? —Preguntó apartando mi mano.

—Yo no entenderte, ser ruso loco perdido, chico brócoli —Puse acento como de alguien que no habla inglés, quizá de indio-ruso. Así que las r fueron pronunciadas con mucha fuerza y remarcadas.

Mi víctima de bromas. Larry Stylinson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora