Revisemos el texto bíblico donde Jesús habla del hombre fuerte, y dejémos que la Palabra del Señor nos diga a qué se refería Cristo con esa declaración.
“Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa” (Mt. 12:28-29).
Para interpretar correctamente este pasaje, conforme al Espíritu Santo, es necesario mirar el contexto. Al comienzo del capítulo 12, Mateo muestra la confrontación constante entre Jesús y los fariseos. Estos falsos religiosos buscaban toda oportunidad para rechazar a Jesús. Aunque ellos estaban viendo los milagros de Cristo, los cuales confirmaban que él era el Mesías esperado, no obstante, ellos prefirieron no ver lo que estaban viendo, y rechazaron de manera consciente al Salvador.
Los fariseos se preocuparon mucho cuando vieron que sus hermanos, los judíos, estaban empezando a preguntarse si Jesús sería verdaderamente el Mesías, el Hijo de Dios: “Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba. Y toda la genta estaba atónita, y decía: ¿Será éste aquel Hijo de David? (v. 22-23).
Ellos no querían creer que este humilde carpintero de Nazaret fuese el Hijo de David, por eso, prefirieron creer que Jesús echaba fuera los demonios, y daba salud a las personas, por el poder del diablo: “Más los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios” (v. 24). Los fariseos consideraban que Jesús mismo era Beelzebú, que él mismo era el diablo: “El carácter completamente vergonzoso de la acusación se hace más claro por el hecho de que considera a Beelzebul no como un espíritu malo que ejerce influencia siniestra sobre Jesús desde afuera; no, se considera como que Satanás está en el alma de Jesús. Se dice que éste tiene un espíritu inmundo (Mr. 3:30; cf. Jn. 8:48); que en realidad él mismo era Beelzebul (Mt. 10:25).”[1]
Jesús responde a la incredulidad de los fariseos mostrándoles lo absurda, contradictoria, imperdonable y perversa acusación: “Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad y casa divida contra sí misma, no permanecerá. Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino? (v. 25-26). Si él fuera Satanás entonces sería un tonto, pues, está haciendo daño a su propio reino.
Luego, Jesús pone en un dilema a los fariseos al preguntarles: “si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces” (v. 27). Si los fariseos respondían que sus hijos echaban fueran los demonios (habían exorcistas entre los judíos) por Beelzebú, entonces ellos mismos se daban una puñalada al desprestigiar a sus propios maestros; pero si decían que lo hacían por el poder de Dios, entonces, ellos vindicaban a Jesús, quien también echaba fuera los demonios.
Ahora, indudablemente los fariseos creían que sus maestros echaban fuera los demonios por el poder de Dios, y les tocaba reconocer que Jesús también lo hacía por el mismo poder. De manera que Jesús les dice que vean lo que deben ver: “Pero si yo por el dedo de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios” (v. 28).
El reino de Dios, o el reino de los cielos, es la manifestación gloriosa de la Gracia divina que hace débil a Satanás y su reino de rebeldía, de manera que muchos pueden ser alcanzados por el poder de Dios para librarlos de las garras de este destructor enemigo. Con Jesús vino el reino de Dios a la tierra y, desde ese momento, la fortaleza de Satanás ha sido vulnerada y el evangelio puede llegar a muchas personas que eran esclavas del diablo: “Y volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y(Jesús) les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lc. 10:17-18). El reino de Dios, que es Cristo mismo, trae liberación al pecador que cree en él.
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La Verdad de la Guerra Espiritual
SpiritualDescribe la verdad de las escrituras y para que somos llamado en el evangelio.