NADA ES LO QUE PARECE

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En casa ya con el estomago lleno y reposando en su cama, William todavía sentía preocupación por lo ocurrido en la casa misteriosa. De repente tocaban a su puerta, era una anciana con verrugas en su rostro, ojos saltones y aspecto tenebroso. Llevaba un bastón en su mano derecha con el cual golpeaba con fuerza la puerta, ¡Me las pagaras, pequeño desgraciado! Gritaba la anciana. William fue a buscar a sus padres pero no había nadie en casa. Al devolverse a la puerta principal se consiguió de frente con la anciana que lo vio directo a los ojos. El muchacho se paralizo de miedo, mientras retrocedía para alejarse de la siniestra humanidad de la anciana, tropezó y cayó. Sentía algo recorrer su cuello y al pasar su mano noto que era sangre que brotaba de su cabeza, en un instante comenzó a gotear el rojo liquido por todo el suelo mientras se arrastraba y observaba a la anciana acercarse cada vez más con una sonrisa de satisfacción. Alzando su bastón se preparo a golpear al muchacho pero no ocurrió... solo se escuchaban pequeñas explosiones en un sartén, un sonido muy familiar, la figura de la anciana se comenzó a distorsionar. Y al abrir los ojos notó que nada era real, solo fue una pesadilla. Mientras el olor a palomitas de maíz recién hechas lo hicieron comprender aun más el peculiar sonido que estaba escuchando.

El domingo transcurrió como casi todos los domingos en el vecindario. Silencioso y aburrido. Llego el lunes y por la mañana William desayunaba. La noche anterior se había decidido a ir a la casa de la anciana y cordialmente pedirle poder rescatar las pelotas perdidas. Aún comiendo sentía ansiedad por lo que iba a hacer.

-Voy a jugar fútbol, ma. –Dijo William

-Acabas de comer reposa un poco por lo menos –Respondía su madre mientras le servía el desayuno a Lily.

-No jugare de una vez, reposare un poco, tranquila. –A qué hora se fue mi papá.

-A las 5 de la mañana ya estaba saliendo.

-Mmm, si llama me lo saludas –Dijo William mientras se alejaba a la salida.

-Está bien, cuidado por ahí –Respondió su progenitora.

William bajo la calle rumbo a la casa misteriosa, volvió a sentir esa sensación de arrepentimiento mientras se acercaba al domicilio. Pero estaba decidido. Ya de frente a la casa su corazón latía a mil por hora tomo aire y exhalo y con algo de calma toco a la puerta de madera pasando su mano por la reja que la protegía.

-Toc, toc, toc –Tocó tres veces con sus nudillos.

Al no recibir respuesta William tuvo la intensión de tocar de nuevo pero un ruido lo hizo desistir. Sonaban unas llaves y noto que se disponían a abrir la puerta de madera.

-Buenas joven, que se le ofrece.

William estaba sorprendido, la anciana que todos le habían descrito no concordaba con la que estaba viendo. Ella era de aspecto dulce y amigable, no tenia verrugas en su rostro sino arrugas como por naturaleza tienen todos los abuelos. Su cabello como la plata y lentes que en ese momento le colgaban del cuello.

-Ehmm... –Solo atino a decir William

-Lo noto nervioso mijo, hable que no como gente –Dijo la anciana con una sonrisa.

-Sí, disculpe estoy aquí para pedirle un favor –Señalo William tímidamente.

-Bueno si está en mis manos, tal vez lo ayude, dígame. –Respondió la anciana.

-Bueno, le quería preguntar si usted es tan amable de dejarme recoger algunas pelotas que han caído a su patio.

-Ah, caramba. Ya se me hacia extraño que no vinieran a pedirme eso, joven.

-Ehmm... sí, no le habíamos dado importancia.

-Bueno hijo, no hay problema. Pase y le abro el patio para que se lleve sus pelotas aunque esta algo descuidado. –Dijo la anciana mientras abría la reja principal.

-Perfecto, gracias.

Mientras se adentraba en la "casa misteriosa" William notaba que esta anciana no era para nada como se la habían detallado.

-¿Joven y su nombre es? -Esta vieja que le habla es Berenice.

DOS CAMINOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora