Aceptación

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La oscuridad cae deprisa. Una ligera brisa roza mis mejillas. Las estrellas, por su parte, iluminan el frescor de la noche. Sentada en un banco, frente al puerto, medito. Las palabras de Archie se repiten en mi cabeza como una cantinela. Ese amor infinito que se esparce por mis venas, no puedo impedir su propagación. Tal es mi destino: estar unida a ella. Me siento bien. No deseo estar en otro lugar. Acurrucada en su brazos y en su corazón. Tal es mi final feliz. Calmada. Invencible. Cada pensamiento dirigido hacia ella, cada palabra para ella, todo eso me hace más fuerte. Generosa por su propia presencia. Solo quiero tomar lo máximo posible, y a mi vez, darle todo lo que pueda. Podría callarme, pero, ¿de qué serviría? ¿Lamentarme dentro de una semana, dos meses, diez años? Me doy cuenta de que ella ha puesto patas arriba todo lo que soy. Toda mi vida pasada. Mi ausencia de sentimentalismos, mi seguridad, mi indolencia. Me doy cuenta de que ella ha comprendido rápidamente muchas cosas de mí. Es nuestra unión. Somos ella y yo. Es la fuerza inmensa que ella tiene en su interior y la que yo también poseo. Es el hecho de estar juntas, de ver esa fuerza multiplicarse y sentirse indestructibles. Todo me empuja a ella.

«Emma...»

Tiemblo. De apasionado amor y de adoración pura. Me doy la vuelta lentamente. Ella está ahí, sublime. La luz pálida que emana del agua toca su rostro con un sencillo haz de luz, dulce y sensual. Se acerca con prudencia y se sienta cerca de mí. Ese instante es una revelación: lo siento. Esa conexión. Hormiguea por mis miembros. Caliente, acogedora y amorosa. Como una llama hirviendo en mis arterias, lamiendo mi sangre sensualmente. Tomo su mano y la llevo a mis labios. Beso su palma, sus dedos. Alzo la mirada. Ella me mira. El deseo y la pasión emanan de sus pupilas.

«¿Volvemos a casa?»

Sonrío calmadamente. Aún sin una palabra. La sigo hasta su coche. El trayecto se hace en silencio. Por primera vez, intento escuchar con serenidad a mi corazón y a esa conexión. La siento claramente, como una ola de calor. Ella está nerviosa, torturada, dulce y apasionada Parece tener miedo. Pero, ¿de qué?

«¿Qué te asusta?»

Ella se tensa ligeramente, sorprendida.

«¿Perdón?»

«Tienes miedo, lo noto»

«Yo...»

Ella no termina su frase. Pero, sinceramente, no lo necesita. Yo he comprendido. O más bien, lo he sentido. Mi rechazo. Eso es de lo que tiene miedo. Eso me invade. La necesidad de mostrarle todo el amor que tengo por ella me aprisiona. Es insoportable.

«Para el coche»

«¿Qué?»

«Para el coche»

Ella no pregunta nada y para el coche en un callejón oscuro, cerca de la biblioteca. Apenas hemos parado, yo me subo encima de ella y la beso con ardor. Sin la menor sorpresa, ella responde ardientemente a mi beso. Gime ruidosamente, lo que aumenta considerablemente el calor de mi cuerpo y la humedad de mi intimidad. Sin miramientos, arranco los botones de su chaqueta y de su camisa. Dejo al descubierto su sujetador de encaje negro. Observo la prenda durante un momento, estupefacta ante la belleza de mi compañera, de sus favorecedoras curvas. No puedo desviar mi mirada de su pecho. Sin retirar la prenda que cubre sus pechos, los cubro con mis dos manos y comienzo a amasarlos vigorosamente. Un grito de placer se escapa de la boca de mi amor. Clavo mis dientes en la carne de su cuello y le tapo la boca con una mano para ahogar su grito. Llevo mi mano libre directamente entre sus muslos y comienzo un brutal movimiento de balanceo. Frente contra frente, mi mirada hundida en la suya, no quiero perderme ni un minuto del éxtasis que le estoy haciendo vivir a mi espléndida compañera. Ella coloca sus brazos alrededor de mi cintura y me acerca más a ella. Dejo que cada uno de mis músculos arda de placer.

¿Hasta cuándo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora