Se despertó de forma súbita, con el corazón desbocado, latiéndole con violencia casi en el cuello. ¿Qué clase de sueño era ése? Hacía tiempo que no los tenía, casi pensaba que esos sueños recurrentes le habían dejado en paz. Creía que los sueños recurrentes sólo pasaban en la infancia, pero esa noche había comprobado que no, que volvían la noche más inoportuna.
Clarke encendió la pequeña lamparilla que tenía en la mesita de noche. No iluminaba mucho, pero era suficiente para ella. Se sentía completamente empapada en sudor, varios mechones rebeldes habían escapado de su coleta y ahora se le pegaban en la nuca y en la frente; además el corazón seguía taquicárdico.
Eso no le gustaba, así que decidió levantarse para aclararse las ideas.
Una de sus grandes manías era la de no encender las luces del pasillo cuando iba a la cocina o al baño en mitad de la noche. Aquellos sueños tan raros, tan explícitos, la asustaban hasta tal punto que cuando era pequeña sus padres debían ir a calmarla. Pero ya no era una niña, no podía tener miedo de sus propios sueños.
Llegó a la cocina guiándose por las manos y la luz que entraba por las ventanas aquella noche. Se sentó en la encimera tras servirse un vaso de agua fría, helada. Tenía que bajar esa hiperpirexia momentánea que el sueño le había producido. Sabía que no era la mejor manera, pero no se le ocurría nada más... y siendo sincera consigo misma, no tenía ganas de pensar. Lo único en lo que podía pensar era en aquel sueño, aquella pesadilla que creía haber dejado atrás.
Intentó aclararse su sueño. Había momentos de completa lucidez, como si fuese algo que estuviera viendo en ese mismo instante; y sin embargo, todo estaba lleno de agujeros negros que era incapaz de recordar. Todos aquellos sueños seguían el mismo patrón, todos tenían la misma lucidez y los mismos vacíos; lo único que cambiaba era la el despertar.
A veces soñaba que sus manos estaban manchadas de un líquido negro y espeso, algo muy parecido al alquitrán, con un hedor más propio de algo putrefacto que de una piedra inanimada. Un hedor putrefacto mezclado con azufre, como si estuviera en medio de una mina. Pero ella no era uno de esos pobres trabajadores que prácticamente daban su vida en aquellos yacimientos amarillos, ella... Ella vestía una túnica blanca impoluta, de aspecto romano, que le llegaba hasta las rodillas. Una armadura de metal ligero le cubría el pecho y la espalda, un avambrazo de cuero en cada antebrazo y unas sandalias romanas protegidas por grebas. Sabía manejar prácticamente cualquier tipo de arma, como si desde pequeña hubiera estado jugando con ellas. Y sus contrincantes... algunos eran verdaderos monstruos que desprendían un insoportable olor a azufre, otros eran cuerpos a medio pudrir... mas a veces, sus enemigos eran unas criaturas perfectas, hermosas y delicadas; pero había algo en ellas que les hacía odiarlas, una naturaleza completamente distinta a la suya, opuesta a ella. Eran seres idénticos, pero en caminos diferentes. Como dos pares de electrones, destinados a odiarse.
No sabía cómo, pero era capaz de batirse en duelo con esos seres. Jamás había empuñado un arma, no desde aquel lejano viaje en primaria, donde le dieron una espada de juguete y la obligaron a luchar contra unos adultos que apenas ofrecían resistencia. En su sueño era ágil, rápida y decidida; no tenía que pensar los movimientos antes de atacar. Simplemente... estiraba el brazo, doblaba las rodillas y clavaba el filo de su espada en el pecho de aquellos monstruos.
Y luego, desaparecían.
Todo hubiera sido normal, un sueño extraño que la perseguía desde pequeña, de no ser porque a veces sus manos seguían teñidas de aquel extraño alquitrán cuando despertaba. Su hedor era tan intenso que rara era la vez que no vomitaba nada más llegar al baño. Llegaba con el corazón latiendo fuerte contra sus costillas, rozando la taquicardia, y su cuerpo bañado de un espeso sudor que la hacía sentirse sucia y descuidada.
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Grey Angel
FanfictionLa lucha entre el bien y el mal ha existido desde tiempos inmemoriales, mucho antes de la existencia de los humanos, cuando el mundo no era más que polvo y ceniza, y Lucifer seguía siendo el ángel favorito de Dios. Pero Lucifer se rebeló y recibió s...