El día que me encontré.

Capítulo 3.

Estuve esperando al rededor de 10 minutos a que pasara un auto ya que Eduardo se ha llevado el auto, hasta que uno tuvo la delicadeza de parar frente a mi, le di la dirección y en menos de 15 minutos estuve ahí cosa que hubiese sido mucho tiempo si decidía caminar, en una mesa del fondo estaba Alexandra con un libro que me parece reconocer a lo lejos si no me equivoco es:

"La ambigüedad de la herida" de Edwin F. Márquez.

-¿Te gusta leer a Márquez?- Pregunté cuando aún ella no había notado mi presencia.

-¡Al fin ! ¿Siempre llagas tarde donde vas?- Se miraba un poco molesta pero después de todo me dio un abrazo.

-Es que no pasaban los taxis y tuve que esperar mucho, no es costumbre lo juro.- Ambas reímos.

-Menos mal, porque da pereza esperar y si, si me gusta en realidad creo que es uno de los mejores que he leído aunque a la vez pone depresiva a mi alma.

-El es tan bueno que podría hacer depresivo al mundo.- Una sonrisa salió de su rostro.

-¿Qué quieres hacer en la vida?- Me preguntó.

-Quiero tener algún papel importante en la vida, lograr algo de dinero y comprar una casa apartada de la ciudad con muchas plantas y animales o si no trabajar en diseño gráfico y morir lentamente siendo pobre.- Ella lanzó una carcajada que se escuchó por todo el café, la nivel de que todos voltearon hacia nosotras, en ese momento llegó la camarera.

-¡Café con extracto de menta!- Dijimos las dos al mismo tiempo, ambas nos volteamos a ver sorprendidas.

-Esa no me la esperaba.- Le dije.

-Ni yo de vos.- Me contesto ella.

-¿Algo más? - Pregunto la camarera.

-A mi deme un tres leche, por favor.- Dije yo.

-A mi también, por favor.- Pronunció Alex.

-Permiso.- Dijo la camarera para retirarse y tomó ambos menús que nos dieron al entrar.

-¿Así que te gusta el café con menta?- Me preguntó Alexandra.

-Es lo mejor de la vida.- Contesté - Es más si pudiera hacerlo diario en mi casa sería la mujer más feliz del mundo.

-¿Qué te falta para ser feliz ?

-Tener dinero.

-¿Y cuando lo tengas que harás con el además de tu casa y perros?

-No se, comprar comida rica tal vez.

-¿Y cuando se acabe la comida?

-Comprar más.

-¿Cuando el dinero para comprar acabe que harás?

-Empezar de nuevo.

-Así siempre hasta convertirlo en una monotonía ¿En serio crees que tener una casa mas grande te dará felicidad diario ?

-Pues no pero podría tener amigos a quien invitar.

-¿Tienes amigos?-

Eso para mi fue un punto débil, no tengo amigos además de Virginia, no me relaciono con nadie.

-Pues... Los tendré, algún día

-¿Así que no tienes amigos?  ¿Por qué?  ¿No sales ?- Se mordió un labio y mis ojos fueron directamente a su boca.

-A veces salgo pero siempre con las mismas personas.

-¿Quiénes son "Las mismas personas?

-Eduardo y Virginia, eso es todo.

-Debe de ser muy triste ¿Cierto?-  Llegó la camarera con los pedidos pero nuestros ojos no se desconectaron ni por un segundo.

-¿Les traigo algo más?- Pregunto la camarera, ambas respondimos que no aún sin dejar que nuestra mirada se desconectara y pronto se retiró.

-Es algo triste.- Dije y tome mi café para tomar un poco, lo que mi cerebro no intuyó es que estaba hirviendo de caliente y mi lengua ardía por lo que me hizo saltar y derramar algo de café en la blusa, Alex se río muy fuerte.

¡Tragame tierra!

-¡Toma esto!- Era una servilleta y limpió la mancha de café que tenía un poco mas arriba de mis senos y volvió a morder su labio inferior.

-¡Sí!- Respondí y se notó confundida.

-¿Qué? - Dejó la servilleta en la mesa.

-Si, es triste.- Comí un pedazo de pastel.

-Pensé que me mentiras y dirías que no como todas.

-Yo no soy todas.- Me molesto un poco su comparación.

-Claro eso lo se... Y me gusta. -  Sonreí un poco.

-¿Te gusta que sea diferente ?

-Si. - Acomodó sus codos en la mesa acercando más su cara- O sea no sos como esas niñas que van por la vida con maquillaje hasta en el alma y la forma que cuentas tus sueños es... - Suspiró y volvió a su lugar.

-¿Es que ?

-¡Es genial!- Tomó un poco de café, sonreí un poco hasta que la felicidad se fue al ver la cara de Alex que se miraba confundida, triste, sorprendida. ¡De todo!

-¿Qué pasa?- Le pregunté y tomé su mano, estaba viendo fijamente hacia atrás de nosotras así que me giré por institución.

Eran dos muchachas tomadas de la mano y besándose tan apasionadamente que daban miedo, ahí lo entendí... Una de ellas es su  pareja, no sabia que hacer. A mi nunca me han roto el corazón y en todo caso ella es la psicóloga.

-Ella es mi novia- Señaló a una de las mujeres que se estaban tragado a nuestras espaldas era la más alta de las dos de cabello corto y oscuro, pronto se dio cuenta que la estaban viendo y se volteo hacia nosotras, su cara se volvió un poema... Los colores del arco iris le quedaban cortos  esta mujer y la otra sin darse cuenta,  tranquila de la vida. Alex se levantó, tomó sus cosas al igual que yo y me sacó de ahí casi corriendo.

-¡Alex! - Se escuchó un grito.- ¡Alexandra espera!- Dijo la novia de ella y nos separo de las manos y una cachetada se escuchó al viento, había sido Alex,  ella le dio un golpe que si no le tiró un diente por lo menos se lo aflojó, todo fue tan rápido.

-¡Eres una puta Michelle... Te he estado esperando un mes! Todo un maldito mes ¿Para que ?

-Déjame explicarte por favor, ella no es nadie sólo...

-¿A entonces a todas las personas que te encuentras le andas metiendo la lengua en la garganta?

-Es solo... Ademas ¿Quién es ella?- Me señaló,  no sabia que hacer si irme o quedarme en el sitio, contestar o callar.

-Ella es MI paciente, no le ando haciendo pruebas de mucosa, la verdad es que no se para que te molestas en querer componer esto.
¡Terminamos!- Volvió a tomarme de la mano y comenzó a caminar.

-¡Esto es tu culpa!- Escuché la voz de Michelle y luego sentí un empujón que me hizo chocar contra la espalda de Alexandra.

-¡No la toques maldita, ella no es una puta como vos!- Se giró rápidamente y le apuntaba al mismo tiempo que  su respiración aumentaba cada vez más.

-Pero yo te amo.- Le respondió Michelle con lágrimas en los ojos.

-Métete el amor por el culo.- Esta vez fui yo quien la tomó de las manos para empezar a caminar.