Capítulo 72: Emergente sentimiento

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-¡¡¡MARTH!!! ¡¡¡NO!!!-grité en cuanto fui consciente de lo que había ocurrido y corrí hacia él.

La gente miraba la escena con cara de asombro.

-¡MARTH! ¡RESPÓNDEME, POR FAVOR!

-Z-Zea..., ¿estás...? Yo...-titubeó algo más que no conseguí concebir.

-¡No pienses en mí ahora!

-Mi... barriga...-estaba llena de sangre, eso me hizo ponerme muy nerviosa.

-¡Te vas a poner bien!-le cogí de las manos-. ¡Que alguien me ayude, por favor!-decía mientras sacaba el móvil para llamar a una ambulancia y las lágrimas caían como olas.

Muchas personas se ocuparon de impedir el paso de los coches, pues Marth yacía en la carretera.
Un señor que estaba cerca, se quedó conmigo y con Marth hasta que llegaron los servicios hospitalarios, intentando consolarme.
Vi cómo los médicos cogían su cuerpo y lo acomodaban en la camilla.

-¡Por favor, tienen que curarle!-rogué.

-Tranquilícese señorita, acompáñenos y guarde silencio. Mis compañeros se encargarán de ayudarle-dijo una de ellas.

-G-gracias...-subí a la ambulancia temblando, no pude parar de gimotear en todo el camino, así que esa misma mujer me hizo unas cuantas preguntas tratando de distraerme.

-¿Tiene a alguien a quien avisar? ¿Padres o familia?

-S-sí, m-mi..., tío Karl-marqué su número y le dije que viniera corriendo al hospital, aunque le costó mucho entenderme y se lo tuve que pasar a la mujer. Pensó que sería mejor primero ir y después preguntar, entendiendo la situación.

Una vez allí...

-Lo siento, señorita Zea, tendrá que esperar aquí.

-P-pero...-la mujer de la ambulancia me agarró suavemente del brazo.

-No se preocupe, ahora está en buenas manos. Acompáñeme, le curaremos esas heridas.

Se encargaron de echarme alcohol en las raspaduras de las piernas y los brazos, que quizá no me habría hecho nada si no fuera verano, llevando mi piel desprotegida por el calor. Aunque me daban igual las heridas, solo quería ver a Marth bien.

Tío Karl llegó enseguida con Linda, me abrazó y me consoló, decía que jamás me había visto tan trastocada.

-T-tío Karl..., él... ¡Él!-traté de explicar.

-Shh..., calma. Toma aire, tranquilízate y ahora explícame qué ha ocurrido.

Por fin había logrado mantener la compostura tras sus caricias fraternales y un vaso de agua. Le conté la situación en la cual sucedió el accidente.

-T-tío Karl, él me salvó. Se hizo daño por protegerme..., es culpa mía.

-No, no, no, Zea, eso no es así, no es culpa de nadie. Bueno de ese CABRÓN que iba conduciendo que ni siquiera se atrevió a parar. ¿Recuerdas si el semáforo estaba en verde?

-¿Eh?

«El semáforo..., fui tan rápido que ni me fijé. ¡Menuda irresponsable estoy hecha! Como encima estuviese en verde me sentiré aún más culpable».

-No lo sé, me...-mi explicación fue interrumpida por una anciana en la sala de espera.

-Yo vi cruzar a la muchacha, estaba en verde.

-¿Está segura señora?-preguntó tío Karl, algo receloso de confiar en ella.

-Sí, yo estaba al otro lado de la acera y me disponía a cruzar, y menos mal que soy lenta, sino me hubiese visto en la misma situación que el joven. O peor...

Ángel de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora