Por Ezra.

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Era tarde y la noche abrazaba los rincones y esquinas con una dulzura indigna de semejante oscuridad. Cada vez que la manecilla se movía con el minuto, Ezra se iba sumiendo en la locura. Sabía que el día había llegado, que nunca encontraría mejor solución que esa, que no había vuelta atrás... Jamás la habría.

Tomó aquello que consideraba importante y lo guardó todo en una mochila, se cercioró de llevar el cigarrillo de despedida y fuego, tomó entre sus manos la última foto que conservaba junto a Eric, y cerró los ojos...

"Aún parecía ayer cuando lo conocí en la empresa... Siempre llevaba esas corbatas tan extravagantes con colores y estampados locos que tanto me hacían reír y que tantas miradas y sonrisas atesoraban. Hizo de mi vida una noria y, casi de forma trascendental, me hizo perder el miedo a temer. Cada vez que podía me repetía que nunca había conocido el amor de la forma en la que yo se lo estaba mostrando, con tanta pureza y sin engaños, consiguiendo hacerme dueño de la poca cordura que aún conservaba él a costa de perder yo la mía. Las caricias, los ruegos y los susurros, la yema de sus dedos rozando todos los vértices de mi volumen en un orden casi bíblico, como si intentara descifrarme mediante códigos a través de mis venas. La sangre me ardía y mi cuerpo temblaba ante él, tan imponente y yo tan impotente... hacía eternas mis noches y etérea mi rutina, saciaba mi sed sin agua y me agotaba con solo mirarme. Yo era un muñeco de trapo... hasta que me atrapo entre sus manos."

Ardía por dentro, lleno de llamas y sin sangre que perder, y con unos ojos tan abismales que el negro perdía su sentido. Pero... no lloraba. Era la primera vez que no lloraba desde que sucedió. Respiró y se hinchó los pulmones decidido. Dejó caer la foto sobre la cama y salió de la habitación, cerrando por última vez la puerta detrás de él.

"En la foto, aparecíamos juntos sobre la cama, dejando reposar mi cabeza sobre su pecho mientras dormía. Se apreciaban sus labios y su boca, evocándome a esos besos robados de primera mañana que tanto anhelaba... y que sabía que se habían ido para siempre. Aún consigo, si me esfuerzo un poco, oler su aroma de humo y café. Está impregnado en mí...

No se veían sus ojos, tan solo su sonrisa. Esa maldita sonrisa que me dejaba sin aliento... joder... cuánto la echo de menos...

Su otra mano reposaba sobre mí, como cuidando de que el resto del mundo no me pudiera despertar jamás, y jamás me había sentido más seguro en mi vida. Era invierno y helaba, pero no nos importaba entonces permanecer desnudos el mayor tiempo posible, como si de un reto se tratase. A veces solo la yema de un dedo puede encenderte el alma."

Se miró una última vez al espejo del baño. Sus mechones negros dejaban entrever ojos derrotados y cansados. Sus labios agrietados acompañaban al aspecto gélido de su piel y cada respiración era corta y dolorosa, como una penitencia. Era obvio que no se reconocía. Se dedicó una sonrisa vacía, y acercó el mechero a las cortinas de la ducha, que se prendieron de inmediato... El fuego tomó la iniciativa velozmente, pero el ya se alejaba con su mochila sin miedo, dejando atrás aquel sitio que una vez fue su hogar, de él y de Eric, y un montón sueños que ya no formarían parte de nadie.

Tenía claro dónde ir...

"Las dudas se apoderaron de mí una vez más, pero el viento de cara me libera y me saca unas lágrimas que me hacen despertar. "Nunca llores", "nunca llores", ... Llevaba la cabeza bien alta porque ya no quería temer más, aunque ahora tuviese más miedo que nunca. Hace frío pero nunca tiemblo si no es por él.

Cuando llego, el viento parece enfurecerse y corta raudo el humo de mi cigarro. Bueno, del suyo... era suyo, y yo lo había guardado hasta que llegase el momento. Me siento en el borde y pongo mi mochila en mis rodillas.

Capital de PecadosWhere stories live. Discover now